IGLESIA ESPAÑOLA REFORMADA EPISCOPAL
(Comunión Anglicana)
Hoja Diocesana nº 668
Undécimo domingo después de Trinidad
Domingo 19 de agosto 2012.
Oficina Diocesana
C/ Beneficencia, 18
28004 Madrid.
Tel.: 91 445 25 60
Si desea contactar con la Iglesia de la
Trinidad de Cádiz, o realizar alguna consulta,
por favor hágalo en la siguiente dirección web:
Lecturas
Bíblicas Dominicales
Profecía: Eclesiastés, 4, 7 – 12.
Epístola: 1ª, Corintios 15, 1 – 11.
Evangelio: Lucas, 18, 9 – 14.
Profecía: Eclesiastés, 4, 7 – 12
Yo me volví otra vez, y vi vanidad debajo
del sol. Está un hombre solo y sin sucesor, que no tiene hijo ni hermano;
pero nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se
pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y defraudo mi alma del bien? También esto es
vanidad, y duro trabajo. Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga
de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del
solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos
durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno
solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de
tres dobleces no se rompe pronto.
Epístola
1ª de Corintio 15, 1 - 11
Además
os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también
recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis
la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.
Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que
resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y
después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de
los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a
Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un
abortivo, me apareció a mí. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que
no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero
por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para
conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de
Dios conmigo. Porque o sea yo o sean ellos, así predicamos, y así habéis
creído.
Evangelio San Lucas 18, 9 - 14
A
unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo
también esta parábola:
Dos hombres subieron al templo a orar: uno era
fariseo, y el otro publicano.
El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo
de esta manera:
Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres,
ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como este publicano; ayuno dos veces
a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
Mas el publicano, estando
lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho,
diciendo:
Dios, sé propicio a mí, pecador.
Os digo que éste descendió a su casa
justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será
humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Reflexión
del Evangelio
Toda la actividad de Jesús y su predicación se desarrollan en torno a la realidad del pecado. Para expresar la finalidad de su misión no inventa un lenguaje nuevo; usa las fórmulas del ambiente en que vive; no suprime la división del pueblo entre «pecadores y justos». Jesús acoge como pecadores a quienes la sociedad consideraba como tales, y los ha llamado precisamente como pecadores (Lc 5, 8; 19, 6).
El punto de partida de la acción de Jesús es ésta: también los pecadores tienen necesidad de Él, y el cambio hacia Él les está abierto, porque, carentes de cualquier derecho que presentar, están abiertos y disponibles, a diferencia de los «justos», a la gracia y misericordia divinas.
Paradigma: la parábola del fariseo y el publicano.
El fariseo presenta sus credenciales (observancia escrupulosa de la ley), el publicano se «da golpes de pecho, pidiendo que Dios se apiade de su pecado». El publicano vuelve a casa justificado (Lc 18, 9-14).
En los evangelios encontramos el precepto de amar a Dios, al prójimo, a los enemigos, pero en ningún sitio se nos pide amar a los pecadores, y, sin embargo, todo el evangelio transpira esta actitud del alma hacia aquellos que, por una circunstancia u otra viven en oposición al proyecto divino de salvación, en oposición o fuera de este proyecto. Es, pues, necesario preguntarse:
a) ¿Quién es «pecador» en la sociedad de Jesús?
b) ¿Cómo se comportó Jesús con los pecadores?
c) Su respuesta impulsa la respuesta práctica de sus seguidores.
a) Según la concepción tradicional judía, el pecador es aquel que no se atiene a la ley y a la interpretación que de ella dan los fariseos. En una sociedad marcadamente religiosa, el pecador era un marginado; todos aquellos que entraban en la calificación de impuros eran pecadores. Significativa es la asociación evangélica de «publicanos y pecadores». Los publicanos son considerados impuros. Son equiparados con los paganos, el trato con ellos le hace a uno impuro.
b) La conducta de Jesús con los publicanos contradice la opinión general, que la experimenta como un escándalo. Jesús acepta y acoge a los publicanos: se hospeda en casa de Zaqueo, jefe de publicanos (Lc 19, 1-10); se sienta a la mesa con ellos, comportamiento que le vale la insinuación despreciativa: «Ahí le tenéis a un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores».Conviene, sin embargo, advertir que el comportamiento de Jesús y su mensaje no pueden ni deben ser considerados como «subversión de todos los valores» ni como un programa revolucionario a partir de criterios éticos y sociales. La frase clave que orienta y justifica su conducta, como decimos al principio, es ésta: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos a conversión, sino a los pecadores» (Lc 5, 31).
c) La consecuencia es lógica y clara para los seguidores de Jesús: «Vete y haz tú lo mismo». La actitud de Jesús para con los pecadores sigue interpelando la conciencia de los cristianos en cada situación histórica, en cada situación concreta de individuos y pueblos. Son los enfermos, los marginados quienes necesitan ayuda; los «justos», los que se encierran en su prepotente autosuficiencia, se bastan por si solos, pero sin abrirse a la solidaridad, a la compartición, a la comunión de mesa, a la eliminación de barreras y límites discriminatorios.
Lecturas Bíblicas para la semana
1
Lunes: Jn 2 / 1 Cr 10-11 / Zac 1
2
Martes: Jn 3.1-21 / 1 Cr 12 / Zac 2
3
Miércoles: Jn 3.22-36 / 1 Cr 13-14 / Zac
3
4
Jueves: Jn 4.1-26 / 1 Cr 15.1-16.7 / Zac 4
5
Viernes: Jn 4.27-42 / 1 Cr 16.8-43 /
Zac 5
6
Sábado: Jn 4.43-54 / 1 Cr 17 / Zac 6
7
Domingo Jn 5.1-18 / 1 Cr 18-19 / Zac 7
No hay comentarios:
Publicar un comentario