Evangelizar es promover la reconciliación del hombre con
Dios, de los hombres entre sí y de los hombres con el medio ambiente. Cuando
reflexionamos sobre la reconciliación del hombre con el medio ambiente, estamos
haciendo ecoteología. La ecoteología es considerar el medio ambiente desde la
perspectiva y los criterios de la Palabra de Dios.
Y la Palabra de Dios nos dice que Dios es el creador del universo y
de todas las cosas creadas, animadas e inanimadas, y que el hombre es su
administrador, no el dueño, quien pudiera disponer arbitrariamente de ellas. Así
pues, el dueño es Dios y el hombre debe administrarlas bien, no abusando de
ellas o destruyéndolas, sino tratándolas equilibradamente. Esta es la enseñanza
que sacamos de la lectura de gen. 1.
En Lev. 25,10-12 se prescribe el año jubilar. Cada 50 años no se
sembraba, ni se segaba, ni se vendimiaba. Y la tierra era devuelta a su dueño,
lo que nos quiere decir que Dios es el único poseedor de la tierra, y que ésta
debe ser considerada como propiedad social y no privada. Por otra parte, la
tierra es para todos, es propiedad de todos, también de los animales y plantas,
y no debe codiciarse ni concentrarse en pocas manos. No se la debe poseer a
perpetuidad, pues el hombre es forastero y extranjero en ella, y quien por
deudas y pobreza tuvo que entregar la tierra, la recobrará.
Ex. 23,11 manda que cada siete años la tierra debe descansar un
año, en el que no debe ser cultivada. La tierra, y cuanto ella contiene, tiene
también sus derechos. El séptimo año era un año de descanso para la tierra para
no ser explotada sin límites. Lo que en este año se produjese, sería para los
pobres y los animales. De esta manera, y en alguna manera, se restablecía la
creación
Pero el hombre, cayendo en la idolatría del tener, usa mal de las
cosas del Señor. Obsesivo por enriquecerse, devora los bienes creados del
universo, se vuelve rapaz y destructivo en su afán de tener y consumir, y
desbarata el equilibrio ambiental de modo que, como dice San Pablo, -la creación
gime con dolores de parto- (Rom. 8, 22), porque es objeto de esclavitud y
explotación.
Por otra parte, nos dice también San Pablo, que el destinatario de
la salvación, de la liberación y de la redención de Jesús, no sólo es el hombre,
sino todas las cosas creadas, todo el mundo,
todo el universo y cuanto él contiene. Así, en el himno cristológico de
colosenses, leemos:”…..por medio de El reconciliar todas las cosas, así las que
están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la
sangre de su cruz”, (Col. 1, 20). De modo y manera que el fin de todos los
tiempos viene expresado, no como la destrucción de todo lo creado por Dios, sino
el llevar a su plenitud, consumación y perfección todas las cosas creadas, y
-hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que
está en la tierra- (Ef. 1, 10).
Los cristianos esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, signos
de la consumación y expectativa futura de nuestra salvación (Apoc. 21, 1). Pues
bien, debemos cuidar bien el medio ambiente, objeto de salvación, de modo que
sea ya, aquí y ahora, signo de ese cielo nuevo y tierra nueva que esperamos. Por
el contrario, si maltratamos lo creado, si lo expoliamos, será reflejo de la
condenación y de los infiernos.
Somos pues responsables de las cosas creadas y debemos cuidar de
ellas con un imperativo ético, de modo que sean signo de Cristo y de la
salvación, y no del mal y la perdición. Dios nos pedirá cuenta de su uso y
-herirá y destruirá a los que hieren y
destruyen la tierra- (Apoc. 11, 18).
Dr. Santiago García Iparraguirre.
Fuente: http://www.laluzdigital.com/
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