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miércoles, 27 de febrero de 2013

Meditaciones de Cuaresma.




Miércoles 27 Febrero MEDITACIONES DE CUARESMA 

Jesús... les contó esta parábola: “Un sembrador salió a 
sembrar. Al esparcir la semilla, una parte cayó junto al 
camino; fue pisoteada, y los pájaros se la comieron. Otra 
parte cayó sobre las piedras y, cuando brotó, las plantas 
se secaron por falta de humedad. Otra parte cayó entre espinos que, al 
crecer junto con la semilla, la ahogaron. Pero otra parte cayó en buen 
terreno; así que brotó y produjo una cosecha del ciento por uno.”
— Lucas 8:4-8

Cuando se cultivan alimentos, se debe estar dispuesto a dejar que 
las cosas se vayan de las manos. El primer año preparé el suelo con 
un año de anticipación. Cuidadosamente coloqué diez capas de 
compost, recortes de césped, hojas, tierra y periódicos rotos y dejé 
que se descompusieran durante el invierno. Al llegar la primavera, 
planté col rizada, acelga y brócoli, muchas plantas de tomate, 
dos filas de calabacines y calabazas y mucha lechuga, espinacas, 
rábanos y remolachas. Y aunque el brócoli no produjo mucho, el 
jardín fue exuberante y produjo un ciento por uno. Yo no esperaba 
tal abundancia y aprendí rápidamente que tener demasiada comida 
en las manos, es el mejor modo de hacer amigos rápidamente.
Al año siguiente planté menos filas, roté mis cultivos y todavía tuve 
demasiados alimentos para nuestra familia de dos. Hubo muchos 
“voluntarios” en nuestro jardín, con ajos y tomates apareciendo 
donde no sembramos. De nuevo, una inesperada abundancia, 
que hizo un hábito santo ayudar a alimentar a los vecinos y a los 
visitantes de la despensa de la parroquia.
Sembrar es siempre un acto de fe, pero cuando hay un buen suelo y 
receptividad al rendimiento, los resultados son siempre mayores de 
lo que podemos utilizar solos. Y, por supuesto, no debemos hacerlo. 
El rendimiento, el crecimiento y el alimento son para compartirlos.
— Jennifer Baskerville-Burrows

martes, 26 de febrero de 2013

Meditaciones de Cuaresma.




Martes 26 de febrero: MEDITACIONES DE CUARESMA.
La tierra no se venderá a perpetuidad, 
porque la tierra es mía y ustedes 
no son aquí más que forasteros y huéspedes.
— Levítico 25:23
En su corazón, la historia del pueblo de Dios es también una 
historia de la tierra. En el Antiguo Testamento, Adán y Eva son 
expulsados de la tierra y los israelitas vagan durante años por una 
tierra extraña, para finalmente establecer su hogar en la tierra 
prometida a ellos por Dios. En Levítico 25:23 Dios recuerda a los 
israelitas, a punto de establecerse en Sion, que la tierra pertenece a 
Dios; y ellos no son más que “extranjeros e inquilinos”.
Es significativo que Dios hable tan específicamente de la tierra, 
dando detalladas instrucciones para dejar la tierra descansar cada 
séptimo año y su restauración el año de Jubileo, delineando nuestra 
conducta en relación a ella, porque él la cuida especialmente. 
Sin nuestro cuidado genuino de la tierra, no podemos cuidar 
adecuadamente a la gente de Dios, ni, por lo tanto, obedecer sus 
instrucciones tal como él ordena.
A mediados de siglo, la población mundial llegará a nueve mil 
millones de personas, y actualmente una de cada siete está 
subalimentada o padece desnutrición crónica. El uso que damos 
a la tierra ahora es sin duda importante para Dios, como lo fue en 
tiempos de los israelitas. Trabajemos y oremos para usarla sabia y 
compasivamente, recordando que no somos más que “extranjeros e 
inquilinos” en la tierra de Dios.
— Brin Bon21

lunes, 25 de febrero de 2013

Dime qué y cómo lees… y ya te diré (1ª parte)


El que lee entienda. (San Marcos 13, 14 RVR60)
No, ni en esta reflexión de hoy ni en la siguiente pretendemos comentar noticia destacada alguna de la semana, como venimos haciendo últimamente, y no porque no las haya habido, sino porque se da cada vez más en los medios evangélicos una circunstancia que nos viene preocupando desde hace tiempo, algo que constatamos con no pequeña dosis de tristeza por las implicaciones que conllevará a largo o corto plazo, y que, pensamos honestamente, puede tener una solución no demasiado complicada. O al menos así lo creemos.
Allá por los años de nuestra infancia, la década de los 60 del pasado siglo, había una idea bastante generalizada, por lo menos donde residíamos, según la cual los protestantes nacionales eran gente leída, es decir, personas diferentes del resto, no ya por sus creencias (“no creían en la Virgen ni en el papa”), sino por su cultura, superior entonces a la media común, que les permitía estar más abiertos a nuevas ideas y a innovaciones en todos los campos. Nuestra familia, que no era protestante, pero conocía en el vecindario a algunos que profesaban la fe reformada, mantenía esta opinión, y no eran los únicos. Crecimos con esa idea. El problema es que, llegados a la edad que hoy tenemos y profesando la religión protestante o evangélica, constatamos que aquel estereotipo está muy lejos de la realidad que encontramos en el día a día de nuestras iglesias en líneas generales. Ni que decir tiene que los índices de lectura o de consumo de libros en la sociedad española no son demasiado elevados en comparación con otras sociedades de nuestro entorno, y que, por tanto, el nivel cultural nacional resulta bastante flojo; no hay más que comprobar las estadísticas de fracaso escolar del país en relación con las medias europeas (algunos dirán, y con razón, que no hay más que comprobar los índices de audiencia de ciertos programas televisivos de pésima calidad). Desgraciadamente, esta situación también afecta, cómo no, a nuestras congregaciones. No sólo se lee poco en nuestros medios, lo que ya representa un problema para un sistema religioso como es el protestante o evangélico, fundamentado básicamente en la Sagrada Escritura, es decir, en un libro, sino que además se tiende a consumir obras de muy escasa calidad, una literatura de tipo panfletario que, lejos de formar, en realidad deforma y embota; que en vez de nutrir, atrofia e inhabilita; en una palabra, que conforma una mentalidad sectaria y anticultural, de ghetto, de grupo cerrado y, a la larga o a la corta, marginal. Imaginemos por un momento las consecuencias que ello puede acarrear en un futuro no demasiado lejano.
Pero dejemos este último punto para un artículo posterior y centrémonos en primer lugar en un asunto de capital importancia como es la lectura de la propia Biblia.
¿Leemos los cristianos evangélicos la Biblia, realmente? No se trata de una pregunta retórica. De alguna manera, en nuestras congregaciones, independientemente de la denominación a la que pertenezcan, se hace muy necesaria la recuperación de la lectura bíblica, maticemos, desde el punto de vista puramente estético. Veamos por qué. Nos hemos acostumbrado tanto a abrir nuestros ejemplares de la Sagrada Escritura, además de como lectura devocional particular, ritual o litúrgica (versículos que fundamentan la predicación dominical, por lo común), para hallar “textos doctrinales” sobre los que cimentar alguna creencia o práctica concreta, cuando no para rebatir lo que otros piensan, que hemos perdido realmente en buena medida la capacidad de goce que proporciona el texto por sí mismo, por su expresión de claro sabor semítico arcaico, por sus figuras impactantes que tanto pueden llamarnos la atención con su especial colorido, por su retórica tan diferente de la habitual en nuestros tiempos. Si a ello añadimos la escasa (por no decir nula) formación de algunos predicadores y supuestos monitores o maestros, que abren las Escrituras con verdadera tensión (o ésa es la impresión que transmiten) creyendo ver hasta en los puntos y las comas de nuestras ediciones modernas asuntos dogmáticos de extrema complicación o arcanos misteriosos que ocultan secretos terribles, comprenderemos que haya creyentes que, en realidad, no lean demasiado sus biblias o que se ciñan a unos cuantos pasajes clásicos sabidos de memoria, sus favoritos, sin casi atreverse a leer otros distintos.
Hemos de volver a leer nuestra Biblia, pero con nuevos ojos, vale decir, para aprender a disfrutarla, a vivir sus historias y sus narraciones como los hagiógrafos que las compusieron desearon que se vivieran, con la máxima compenetración y hasta podríamos decir “complicidad” con sus personajes destacados. Hemos de aprender a leer nuestra Biblia emocionándonos con sus relatos, dando rienda suelta a la hilaridad tal vez en algunos, ¿por qué no?, y al llanto en otros, pensando siempre en sus tramas argumentales (que son realmente magistrales si sabemos encontrarles el hilo conductor) o paladeando aquellos libros, capítulos o versículos escritos como cantos o poemas, que no fueron ideados (¡ni inspirados!) como tratados dogmáticos, sino como expresión de sentimientos elevada al máximo de su potencialidad literaria. Mal podremos vehicular una Palabra de Dios viva si la matamos de continuo con lecturas doctrinales, rituales o apologéticas. Difícilmente sabremos convencer a nadie de que lea con gusto un libro sagrado por el que manifestamos un hastío y un cansancio evidentes o, todo hay que decirlo, cierto temor inconsciente, fruto de un desconocimiento propio o inducido.
Los sesenta y seis escritos que hoy componen nuestra Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, fueron redactados con una clara intencionalidad de seducción. Así, como suena. En un principio no se escribieron para ser leídos al estilo occidental, es decir, de forma individual y silenciosa, sino en alta voz y para un colectivo que debía escucharlos embelesado, literalmente “enganchado” a sus palabras (piénsese en el elevadísimo porcentaje de analfabetismo de las poblaciones en medio de las cuales vieron la luz), y que debía manifestar con signos muy evidentes toda la emoción que le transmitían, desde la risa estentórea en algunos pasajes que hoy leemos con gran seriedad (las historias patriarcales referentes a Esaú y Jacob, por ejemplo, o las más estrambóticas de los libros de Jueces, Rut y Samuel, entre otros), hasta las lágrimas ardientes en otros de corte poético y mucho más sentimental (algunos salmos, las Lamentaciones de Jeremías) o en relatos trágicos (las escenas de los Evangelios que narran la pasión y muerte de Jesús), pasando por el silencio y la reflexión, quizás con murmullos y comentarios de aprobación o rechazo en otros (los libros de los profetas, las epístolas, los textos legales).
Si bien es cierto que ni nuestros tiempos son aquéllos ni nuestras circunstancias culturales son las mismas que entonces, también lo es que la Escritura requiere de nosotros una atención y una lectura que hoy no ejercitamos, y cuyo remedio es bien sencillo: adquirir el hábito de abrirla simplemente para disfrutarla. La instrucción real que de ella recibiremos resultará directamente proporcional al goce que nos produzcan sus páginas.
Será la única forma de hacer de ella lo que realmente profesamos que es: la Palabra viva del Dios Vivo.

Autor/a: Juan María Tellería


El pastor Juan María Tellería Larrañaga es en la actualidad profesor y decano del CEIBI (Centro de Investigaciones Bíblicas),Centro Superior de Teología Protestante./Fuente: Lupa Protestante.

domingo, 24 de febrero de 2013

Hoja Diocesana 695



IGLESIA ESPAÑOLA REFORMADA EPISCOPAL
(Comunión Anglicana)
HOJA DIOCESANA Nº 695
Domingo 24 de febrero 2013
II Domingo de Cuaresma

 

Oficina Diocesana:
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28004 MADRID
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Todas las informaciones de la Iglesia en España, aquí:

"Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.  La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?  ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?  Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna."  (Jn 3, 3 - 42)

Lecturas Bíblicas Dominicales
Profecía:                     Proverbio: 14, 33 - 15.8
Epístola:                     Santiago 2, 14 - 23
Evangelio:                  Juan: 4, 3 – 42

: Proverbios. 14, 33 a 15, 8.

 En el corazón del prudente reposa la sabiduría;
Pero no es conocida en medio de los necios. La justicia engrandece a la nación; Mas el pecado es afrenta de las naciones. La benevolencia del rey es para con el servidor entendido; Mas su enojo contra el que lo avergüenza. La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor. La lengua de los sabios adornará la sabiduría; Mas la boca de los necios hablará sandeces.
Los ojos del Señor están en todo lugar, Mirando a los malos y a los buenos. La lengua apacible es árbol de vida; Mas la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu. El necio menosprecia el consejo de su padre; Mas el que guarda la corrección vendrá a ser prudente. En la casa del justo hay gran provisión; Pero turbación en las ganancias del impío. La boca de los sabios esparce sabiduría; No así el corazón de los necios.  El sacrificio de los impíos es abominación al Señor; Mas la oración de los rectos es su gozo. 
Santiago 2, 14 - 23
Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?
Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,
y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?  Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.  Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.  Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.



Evangelio: Juan 4, 3 - 42
Salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea.
Y le era necesario pasar por Samaria.
 Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta.  Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: 
Dame de beber.
Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.  
La mujer samaritana le dijo: 
¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. 
Respondió Jesús y le dijo: 
Si conocieras el don de Dios, 
y quién es el que te dice: 
Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.  
La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?  ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?  
Respondió Jesús y le dijo: 
Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.  
La mujer le dijo: 
Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. 
Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. 
Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. 
Jesús le dijo: 
Bien has dicho: 
No tengo marido;  porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. 
Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. 
Jesús le dijo: 
Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.  Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos.
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.  Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.  
Le dijo la mujer: 
Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. 
Jesús le dijo: 
Yo soy, el que habla contigo. En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: 
¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?  
Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres:  
Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?  Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.  Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: 
Rabí, come.  
El les dijo: 
Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. 
Entonces los discípulos decían unos a otros: 
¿Le habrá traído alguien de comer?  
Jesús les dijo: 
Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.  
¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? 
He aquí os digo: 
Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.  Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega.  
Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega.  Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.
Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.
 Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días.  Y creyeron muchos más por la palabra de él,
y decían a la mujer: 
Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.

Lecturas Bíblicas para la semana

Lunes: Mt 8.23-34 / Lv 1-2 / Pr 19
Martes: Mt 9.1-17 / Lv 3-4 / Pr 20
Miercoles: Mt 9.18-38 / Lv 5-6 / Pr 21
Jueves: Mt 10.1-25 / Lv 7-8 / Pr 22
Viernes: Mt 10.26-42 / Lv 9-10 / Pr 23
Sábado : Mt 11.1-19 / Lv 11-12 / Pr 24
Domingo : Mt 11.20-30 / Lv 13 / Pr 25

miércoles, 20 de febrero de 2013

Non Habemus papam


Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios. (Hebreos 13, 7a RVR60)
Si alguien tenía la más mínima duda acerca del hecho de que la Iglesia católica romana está inmersa en una crisis profunda, con los acontecimientos de esta última semana habrá podido comprobarlo. En efecto, Joseph Aloisius Ratzinger, para los católicos S.S. el papa Benedicto XVI, dimite de su cargo. La conmoción que ha generado una decisión semejante en todo el orbe romano se hará patente de forma muy especial a partir de comienzos del próximo mes, cuando la Iglesia católica haya de presentar urbi et orbi (y nunca mejor dicho) un nuevo pontífice tras las reuniones o cónclaves adecuados con sus tomas y dacas, sus políticas internas y externas.
¿Qué le ha ocurrido realmente a Benedicto XVI? ¿O habría que preguntarse mejor tal vez qué le ha sucedido a Joseph Aloisius Ratzinger? Fuerzas mermadas por la edad, una salud débil, ha alegado él mismo y se han apresurado a confirmar los medios vaticanos trayendo a colación alguna que otra intervención quirúrgica reciente de la que en su momento no se había hecho mención alguna. Como era de esperar, no han faltado quienes han dicho que son sólo palabras para salir del paso. La prensa nacional e internacional se hace eco más bien de otras posibles razones: intrigas cortesanas (pues no olvidemos que el Vaticano se comporta como un auténtico estado medieval, con todos sus pros y contras inherentes), escándalos y corrupción interna de la Curia Romana, presiones del gobierno italiano, más exactamente de ciertas facciones derechistas de la política italiana con grandes intereses en el control de la Iglesia…, en fin, todo un cúmulo de circunstancias externas que habrían minado, no ya la salud física, sino los ánimos del pontífice, inhabilitándolo de esta manera para el desempeño de sus funciones.
Y cómo no, tampoco faltan quienes ven en la decisión del todavía hoy obispo de Roma una medida muy legítima de autoprotección ante una posible acción violenta por parte de las mafias que, se supone, se ocultan tras las púrpuras, los solideos, los manteos y las sotanas cardenalicias, dado que la muerte de un papa por envenenamiento u otros procedimientos nunca se revelaría como tal: las normas internas del Vaticano excluyen por completo la posibilidad de una autopsia. Después de lo ocurrido con Albino Luciani (Juan Pablo I), que casi todo el mundo considera un asesinato en toda regla, es normal y humano, piensan, que Benedicto XVI tenga miedo.
Opiniones, como vemos, las hay para todos los gustos, de todos los tamaños y colores.
En realidad, Benedicto XVI no ha tenido un pontificado fácil. Ningún obispo de Roma, en su calidad de cabeza visible de la Iglesia Católica, lo tiene, a decir verdad. Pero Benedicto XVI menos que otros. Sin negar de forma rotunda todo cuanto hemos apuntado en los párrafos precedentes, y sin obviar el hecho de que había sucedido a un papa muy carismático y con una fuerte personalidad, el celebérrimo y beatificado polaco Karol Wojtiła (Juan Pablo II), lo cierto es que ha decepcionado a demasiados católicos, clérigos y laicos. Las facciones más innovadoras de su iglesia lo han visto como un reaccionario, mientras que las más conservadoras lo han conceptuado como demasiado aperturista. En el todavía papa actual se han conjugado las facetas de un Benedicto XVI que se mostraba favorable a un retorno de la liturgia a sus fuentes antiguas, como el empleo de la lengua latina o incluso los ornamentos eclesiásticos de antaño, al mismo tiempo que la de un Joseph Aloisius Ratzinger, eminentemente teólogo, de horizontes más amplios, de pensamiento más abierto, que lo mismo podía arremeter contra ciertas doctrinas arraigadas en la fe popular católica (la existencia del limbo, por ejemplo) que mostrarse interesado en el diálogo ecuménico con los cristianos acatólicos.
El gran drama de Benedicto XVI es que en realidad ha sido Joseph Aloisius Ratzinger, un hombre de gran valía, un auténtico pensador, sin duda alguna, pero mal emplazado, impulsado por las circunstancias a ocupar un lugar en el que no podría sentirse cómodo a la larga o a la corta.
Las iglesias, no sólo la católica apostólica y romana, necesitan, por encima de todo, un enfoque pastoral de su actividad. Han de estar “dirigidas” (¿por qué no me gusta esta palabra?) o representadas por figuras eminentemente pastorales, que vivan el pastorado de forma activa, real, y que conciban la misión en el mundo como una tarea de cuidado pastoral. En las diferentes iglesias y denominaciones puede haber, y de hecho hay, personas cualificadas que desempeñan diversas funciones o ministerios, todos ellos muy necesarios y muy importantes. Es preciso que el Cuerpo de Cristo que conformamos los creyentes sea solidario con los menos favorecidos, pero la misión de la Iglesia no puede circunscribirse a tareas puramente sociales; la Iglesia no es una ONG. Resulta de importancia capital que la Iglesia forme a buenos teólogos, personas con capacidad para estudiar las Escrituras en profundidad y formular las doctrinas con precisión, gente con grandes dotes de investigación y exposición de sus trabajos, capaces de instruir y cimentar a otros de forma correcta en los arcanos de la fe; pero la misión de la Iglesia no puede ceñirse en exclusiva a la investigación teológica o exegética; la Iglesia no es una simple facultad de teología o un seminario. Hacen falta en las iglesias personas que sepan administrar y gestionar las cuestiones de tipo económico, y que lo hagan con la mayor profesionalidad posible, de forma que todo resulte nítido y transparente; pero la Iglesia no es una empresa, ni se puede entender como tal.
Al elegir a Joseph Aloisius Ratzinger como papa, Roma cometió en su día un grave error. No porque éste no fuera un buen cristiano, cosa que en principio no habría que poner en duda. No porque no fuera un dirigente político nato capaz de gobernar con mano firme un estado minúsculo, pero con gran peso en las vidas de millones de personas repartidas por todos los continentes. No porque fuera un teólogo reputado cuyos trabajos han hallado eco más allá de los límites de su denominación. Sencillamente, porque no ha sido el pastor que los católicos han necesitado; porque no ha tenido la visión pastoral necesaria para ejercer un auténtico pontificado; porque no ha estado a la altura de lo que las ovejas del rebaño católico romano esperan de un pastor, del pastor de pastores que para ellos representa la figura del papa.
Como protestantes y evangélicos, es decir, cristianos de la Buena Nueva, sólo podemos encomendar a Joseph Aloisius Ratzinger, la persona real que se ocultaba mal detrás del sonoro Benedicto XVI, a la Gracia y la Misericordia del Señor. El paso que ha dado le ha costado, lo sabemos. Ha sido reconocer su fracaso, quizá no tanto personal como de toda la Curia Romana, de todo el orbe católico, de una institución que se autoproclama infalible en ciertos aspectos, pero cuya realidad es muy otra.
Deseamos sinceramente que el teólogo Ratzinger siga escribiendo, reflexionando, compartiendo con la Iglesia universal esos talentos que Dios le ha dado y enriqueciéndola.
Y por encima de todo, deseamos y pedimos fervientemente a Nuestro Señor que también se apiade de nosotros y nos dé una visión auténtica, es decir, pastoral, del cometido de la Iglesia en nuestro mundo, en nuestra sociedad contemporánea

Autor/a: Juan María Tellería


El pastor Juan María Tellería Larrañaga es en la actualidad profesor y decano del CEIBI (Centro de Investigaciones Bíblicas),Centro Superior de Teología Protestante.
Fuente: Lupa Protestante.

lunes, 18 de febrero de 2013

¿QUÉ ES LA CUARESMA?



¿Qué es la cuaresma?
La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo. 
La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Santa Comunión del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios. El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. 
Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual. En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios. 
Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección. 
La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto. En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.
La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.

miércoles, 13 de febrero de 2013

La unidad de los cristianos, al alcance de la mano




Por GABRIEL JARABA. Iglesia de la Natividad (Comunión Anglicana)

La Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos es una buena oportunidad para sentirse parte de la Iglesia una, santa y católica. Los cristianos hemos de ser uno, tal como propuso Jesús. Quien al mismo tiempo afirmó que había muchas moradas en la casa de su Padre y que no todos quienes exclaman “¡Señor, Señor!” accederían al Reino de los Cielos. En el Evangelio encuentro, pues, en mi limitada comprensión, la polaridad entre unidad y diversidad que a algunos incomoda y que a otros nos parece la condición indispensable para la libertad.

La labor por la unidad de los cristianos fue promovida desde el campo protestante. La iglesia de Roma se sumó más adelante, y hoy participa plenamente en la Semana de Oración, aunque sigue sin ser miembro de pleno derecho del Consejo Mundial de las Iglesias, por su propia voluntad. Su concepción de “hermanos separados” de quienes no se adhieren a la organización que dimana de la Sede de Pedro entristece y a veces molesta a quienes no creen que la organización vaticana sea la única, o por lo menos preeminente, iglesia de Cristo. Pero peor es que desde ciertos sectores del campo evangélico se considere a esa iglesia poco menos que el Anticristo. El respeto a la diversidad va por barrios, y en mi casa, a calderadas. Por ese motivo no me gusta leer en publicaciones cristianas (entre ellas la nuestra) calificaciones ácidas de algunas cosas que la iglesia de Roma hace. Del mismo modo que me duele la ocultación sistemática que, en líneas generales, los medios de esa iglesia hacen de la existencia viva y rica de las iglesias evangélicas. Una buena señal es que portales informativos de orientación católica romana, como Catalunya Religió, publiquen semanalmente en lugar preferente la columna de Guillem Correa, secretario general del Consell Evangèlic de Catalunya, así como lo hicieron, de modo muy destacado, con la noticia del fallecimiento de la reverenda Susan Woodcock. Para mi, ese es un modo efectivo de hacer realidad en lo concreto las aspiraciones que elevamos en esta Semana de Oración.


La experiencia en muchas otras cosas de la vida me hace pensar que en esta cuestión sucede como en tantas otras: son las “bases” las que impulsan los procesos de fondo y las que, a menudo, tienen la última palabra. Las burocracias dirigentes se caracterizan por tomar decisiones que otrora les repelían cuando la gente del común ha hecho ya sus opciones y las ha impuesto por la práctica. Entonces adoptan lo realizado por los demás y se lo atribuyen como propio. Eso es común en la historia de las organizaciones y las iglesias no son una excepción.

En este terreno, sin embargo, los cristianos contamos con una ventaja: la acción del Espíritu Santo, inspiradora, vivificante y enérgica, continua e imprevisible. Mejor dicho, dos ventajas: la afirmación de Jesús de que allí donde dos o tres se reúnen en Su nombre allí se hace Él presente. Jesús era buen conocedor de los límites que impone la ortodoxia organizada y el modo en que la combinación fatal de religión y reglamentismo pueden aprisionar el espíritu humano, no en vano la denuncia de ese círculo perverso pesó en su condena a muerte. Y tenemos también una seguridad: que en el momento de comparecer ante Dios para rendir cuentas de nuestra vida, seremos juzgados por cumplir con el mandamiento supremo y no por pertenecer a una u otra forma de religiosidad organizada; y ese es un asunto que compete exclusivamente al Creador y a sus criaturas.

Los anglicanos solemos afirmar, sensatamente creo, que donde está Cristo está su iglesia (¡y no al revés!). A Dios no le limitan los muros físicos o mentales, ni códigos canónicos, ni teologías, ni textos conciliares. Es él quien nos mantiene ligados a nosotros y no a la inversa. Quizás el segundo mandamiento haga alusión también a un pecado poco admitido y poco discutido: el deseo de tener razón, aun contra el mismo Dios. Y es esa ligazón originada por ese inconmensurable pensamiento de amor que Dios tuvo para cada uno de nosotros antes siquiera de que la Creación fuera hecha lo que nos concede una libertad que no puede ser coartada por ningún poder ni acto humano. La consecuencia de ello es que la deseada unidad de los cristianos depende de cada uno de nosotros y puede ser realizada ahora mismo.

Como a menudo suele suceder, lo aparente oculta lo evidente. Hablamos de “unidad de los cristianos” y no de “unidad de las iglesias”. Ni siquiera de unificación de las iglesias. El matiz me parece algo más que una argucia verbal que me haya sacado ahora mismo de la manga. Quien describió así tal aspiración y proceso sabía lo que se hacía. La unidad de las iglesias puede darse en un momento dado del futuro en el curso de la historia. La unificación de las iglesias es un desiderátum que probablemente sólo sostienen los integristas de uno u otro lado. Pero la unidad de los cristianos significa, a mi modo de entender, que somos cada uno de los seguidores de Cristo quienes estamos llamados a trabajar por ella y a vivirla.

Visto así, nada me impide vivir sintiéndome formar parte de una sola iglesia de Cristo, de practicar mi fe enraizado en la comunión anglicana sin limitar, ni con muros, ideas, palabras o actos, la pertenencia a la totalidad de la humanidad creyente. Allí donde nos encontremos dos cristianos estará Cristo y por tanto la iglesia, no la iglesia romana, la ortodoxa o la siriaca. Y esto depende de cosas que están a nuestro alcance, ahora y aquí. Esas cosas son fe y respeto.

La etimología de respeto viene del latín respicere: mirar dos veces. Es decir, considerar a algo o a alguien con detenimiento. Eso significa concederle la cualidad de ser visible a nuestros ojos, es decir, no ignorarle (y mirar a alguien con gran consideración es ad-mirarle, mirar hacia él, mantenerlo en la visibilidad). Dice el refrán que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, y se ajusta perfectamente a este caso: quienes no nos importan se hacen invisibles ante nosotros, es como si no existieran. El respeto consiste en tener bien a la vista a los demás, y volver una y otra vez la vista hacia ellos.

Podemos entonces trastocar ese respicere en recipere: recibir. Toda la narración evangélica está llena de visitas y recepciones altamente significativas, no sólo simbólicamente sino, diría yo, sacramentalmente. “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo”. No se puede ser cristiano a solas, y por tanto nadie es quien para endurecer su corazón ante otro hermano en la fe. Respeto y recepción son otros nombres para una palabra, tolerancia, que significa nada menos que conceder a los demás los mismos derechos que uno reclama para si.

Para mí, unidad de los cristianos es reconocer la condición de cristiano de cualquier otro creyente, sin pasarle por el tamiz de lo que yo creo que deba ser la fe. Es tenerle como visible, y hacerme visible yo también ante él. Entrar en un templo católico romano, ortodoxo griego, oratorio, ermita o capilla de cualquier denominación y sentirme en mi casa, con pleno derecho de estar allí. Es decirle a mi amigo católico, muy activo y militante en su iglesia, que yo lo soy también en la mía, y que como él participo del reconocimiento de la sucesión apostólica y de la celebración de la Eucaristía. Considero un contrasentido que los cristianos debamos hacernos visibles en la sociedad para testimoniar el Evangelio y no lo hagamos entre nuestros amigos y vecinos que siguen la confesión mayoritaria en nuestro país. Y es otro contrasentido que los cristianos que siguen a Roma estén sinceramente empeñados en la promoción de la justicia sin que se les ocurra abjurar de la injusticia que ha supuesto la represión secular de sus hermanos evangélicos. Y un contrasentido aún más grande es que los cristianos reformados estemos pendientes de lo que se necesita que sea reformado en otros olvidando la necesidad continua de reforma en tantas cuestiones en las que somos nosotros los actores. El respeto mutuo es la primera condición para el diálogo, y el respeto comienza, como he dicho, por volver la mirada hacia el otro para que deje de ser invisible. Llámeselo si se quiere reconocimiento, pues re-conocer significa conocer de nuevo, es decir tomarse la molestia por tratar de saber qué es eso que conocemos quizás a medias.

Lo dijo Jesús; nuestro problema es que tenemos oídos y no escuchamos, tenemos ojos y no vemos. Ver, reconocer, respetar, recibir es algo que podemos hacer todos y cada uno de nosotros ahora y aquí, sin añorar un tiempo futuro en el que, no se sabe cómo, las iglesias aparecerían unidas no se sabe de qué modo. Y probablemente la forma más sencilla es sintiéndose en casa en cualquier lugar del mundo que se confiese cristiano.
Publicado por La Luz Digital

Mercaderes de personas. No a la trata de personas





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El pasado 4 de febrero, en España, era desarticulada una organización dedicada a la explotación sexual de mujeres brasileñas resultando en la liberación de 6 de ellas que eran obligadas a ejercer la prostitución[1]. Esta noticia es, tan sólo, la punta del iceberg del sangrante tema de la trata de personas en el mundo.
Según el informe de Tyler Marie Christensen, publicado por ACNUR[2], “es extremadamente difícil evaluar el alcance de la trata de personas a nivel mundial debido a la naturaleza clandestina de este crimen. La Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (ONUDD) estima que hay, como mínimo, 2,5 millones  de víctimas de trata de personas en un determinado momento.
Según la ONUDD, aproximadamente el 79 por ciento del total de la trata de personas tiene el propósito de explotación sexual, mientras que la OIT estima que el 98 por ciento de las personas objeto de trata con fines de explotación sexual son mujeres y niñas. Las mujeres son víctimas de la trata por muchas razones. En primer lugar, ellas intentan encontrar trabajo en países ricos y les prometen empleos de camareras o niñeras y posteriormente, cuando llegan al país de destino, son forzadas a involucrarse en situaciones de explotación sexual. Es indudable que la desigualdad y las desventajas económicas son factores que hacen que las personas se vuelvan vulnerables a la trata. Un factor igualmente importante es la posibilidad de conseguir grandes ganancias de la explotación de personas y el riesgo relativamente bajo de tener que rendir cuentas por estos crímenes.
La OIT estima que las ganancias ilícitas totales del trabajo forzoso son de casi USD 32 billones anuales, de los cuales se estima que el 67 por ciento se deriva de la industria del sexo. El Departamento de Estado de los EE.UU. ha reunido estadísticas sobre el número total de procesos y condenas relacionados con la trata en todo el mundo. En 2008 se produjeron 5.212 procesos y 3.427 condenas, cifras relativamente insignificantes”.
Ante esta lacerante situación Lupa Protestante lanza una campaña (cartel+banner) de sensibilización-denuncia de la trata de personas en nuestras sociedades. Os proponemos el uso del cartel y el banner para ser utilizados en vuestras comunidades, blogs y sitios web, así como sugeriros la organización de coloquios y grupos de acción y reflexión sobre el tema en vuestras iglesias. Para ello os proponemos el visionado del reportaje emitido en el programa televisivo Informe Semanal (TVE) realizado por Teresa Rodríguez y Mikel Martin que explica la situación de las mujeres víctimas de tráfico y explotación sexual en España (http://vimeo.com/14506335 – visionar abajo). Y la lectura del informe “Trata con fines de explotación sexual:  Protección de las víctimas en la legislación nacional e internacional de asilo” (Acnur, 2011)
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Descarga el cartel!

martes, 12 de febrero de 2013

Mensaje del Obispo diocesano Carlos López Lozano sobre la renuncia del Obispo de Roma.

 
Iglesia Española Reformada Episcopal
(Comunión Anglicana)

C O M U N I C A D O

La Iglesia Española Reformada Episcopal (Comunión Anglicana) ante la noticia de la renuncia, el próximo 28 de febrero,  de Benedicto XVI, acoge con  sorpresa su decisión y reconocemos un avance positivo en el hecho de que se establezca con naturalidad la renuncia a los máximos cargos de las iglesias al llegar a una edad razonable para su jubilación.
 
En el caso de la Comunión Anglicana, desde hace más de cien años, la renuncia del Primado de la Comunión se realiza de forma normal y cotidiana. De hecho, en estos momentos nos encontramos en plena transición en el cargo de Arzobispo de Canterbury, Primado de la Iglesia de Inglaterra y de la Comunión Anglicana, entre el Rvdmo. Rowan Williams y su sucesor, el Arzobispo electo Rvdmo. Justin Welby.

Oramos para que Dios bendiga a Benedicto XVI en su retiro con salud y paz espiritual.

 
+Carlos López Lozano
Obispo anglicano
Iglesia Española Reformada  Episcopal
(Comunión Anglicana)

lunes, 11 de febrero de 2013

Hoja diocesana 693



IGLESIA ESPAÑOLA REFORMADA EPISCOPAL
(Comunión Anglicana)
HOJA DIOCESANA Nº 693
Domingo 10 de febrero 2013
Quinto domingo de Cotidiano
Domingo de Quincuagésima

 

Oficina Diocesana:
C/ Beneficencia 18
28004 MADRID
telf.-91.445.25.60
Para contactar con  nosotros pinche aquí:
Iglesia de la Trinidad josema_fi_27@hotmail.com
Todas las informaciones de la Iglesia en España, aquí:

Lecturas Bíblicas Dominicales
Profecía:                     Isaías 48, 12 - 15
Salmo:                        Salmo 13, 6
Epístola:                     Romanos 12, 1 - 16
Evangelio:                  Mateo 24, 3 - 36
Profecía: Isaías 48, 12 - 15
Oyeme, Jacob, y tú, Israel, a quien llamé: Yo mismo, yo el primero, yo también el postrero.
 Mi mano fundó también la tierra, y mi mano derecha midió los cielos con el palmo; al llamarlos yo, comparecieron juntamente.  Juntaos todos vosotros, y oíd. ¿Quién hay entre ellos que anuncie estas cosas? Aquel a quien el Señor amó ejecutará su voluntad en Babilonia, y su brazo estará sobre los caldeos.  Yo, yo hablé, y le llamé y le traje; por tanto, será prosperado su camino. 
Salmo: Salmo 99, 4 - 5
(Se puede reemplazar  por un canto)
Epístola: Romanos 12, 1 - 16
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.
 De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.  El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.  Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.  En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;  gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;
 compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.  Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.  Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.
Evangelio  Mateo 24, 3 - 36

Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte,
diciendo: 
Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? 
Respondiendo Jesús, les dijo: 
Mirad que nadie os engañe.  
Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: 
Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.  
Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares.
Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos;  y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.  Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin. 
Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda),  entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa;  y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días!  
Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo;  porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.  Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.  
Entonces, si alguno os dijere: 
Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis.  
Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.  
Ya os lo he dicho antes. Así que, si os dijeren: 
Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis.
 Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre. Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas. E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.
 Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.  Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.
 De la higuera aprended la parábola: 
Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.  
Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas.  
De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre.