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lunes, 11 de febrero de 2013

Hoja diocesana 693



IGLESIA ESPAÑOLA REFORMADA EPISCOPAL
(Comunión Anglicana)
HOJA DIOCESANA Nº 693
Domingo 10 de febrero 2013
Quinto domingo de Cotidiano
Domingo de Quincuagésima

 

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C/ Beneficencia 18
28004 MADRID
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Lecturas Bíblicas Dominicales
Profecía:                     Isaías 48, 12 - 15
Salmo:                        Salmo 13, 6
Epístola:                     Romanos 12, 1 - 16
Evangelio:                  Mateo 24, 3 - 36
Profecía: Isaías 48, 12 - 15
Oyeme, Jacob, y tú, Israel, a quien llamé: Yo mismo, yo el primero, yo también el postrero.
 Mi mano fundó también la tierra, y mi mano derecha midió los cielos con el palmo; al llamarlos yo, comparecieron juntamente.  Juntaos todos vosotros, y oíd. ¿Quién hay entre ellos que anuncie estas cosas? Aquel a quien el Señor amó ejecutará su voluntad en Babilonia, y su brazo estará sobre los caldeos.  Yo, yo hablé, y le llamé y le traje; por tanto, será prosperado su camino. 
Salmo: Salmo 99, 4 - 5
(Se puede reemplazar  por un canto)
Epístola: Romanos 12, 1 - 16
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.
 De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.  El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.  Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.  En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;  gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;
 compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.  Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.  Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.
Evangelio  Mateo 24, 3 - 36

Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte,
diciendo: 
Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? 
Respondiendo Jesús, les dijo: 
Mirad que nadie os engañe.  
Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: 
Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.  
Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares.
Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos;  y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.  Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin. 
Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda),  entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa;  y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días!  
Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo;  porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.  Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.  
Entonces, si alguno os dijere: 
Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis.  
Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.  
Ya os lo he dicho antes. Así que, si os dijeren: 
Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis.
 Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre. Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas. E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.
 Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.  Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.
 De la higuera aprended la parábola: 
Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.  
Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas.  
De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre. 

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