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miércoles, 19 de diciembre de 2012

Reflexiones sobre el Adviento.


Reflexiones sobre el Adviento.

Sobre Juan 1:6-26

Es muy probable que la insistencia del evangelio de Juan en la identidad del Bautista se deba a que considera necesario zanjar el asunto de forma tajante, es decir, Juan no es el Mesías, solo es su enviado, su precursor; la palabra que lo anuncia. Es un evangelio tardío el de Juan; eran ya muchos los años transcurridos desde la muerte del nazareno y con toda seguridad aquella comunidad ya no tenía que ver con la sinagoga; hay indicios suficientes en el propio texto que así lo muestran. Lo verdaderamente grandioso de este evangelio es que para él “lo de Jesús” es algo totalmente nuevo; pura novedad. Jesús como culminación de lo anterior, de lo viejo; puerta de entrada a una realidad totalmente diferente, totalmente nueva. Esto es algo importante que olvidamos con bastante frecuencia empeñandonos una y otra vez en volver atrás, a lo antiguo, a lo de siempre, y así hasta llegamos a decir: hasta aquí ha funcionado ¿por qué cambiar?; exactamente, “hasta aquí”, porque lo que hemos hecho en muchos casos ha sido convertir lo novedoso en rutina, incluso en vulgaridad, y ya no dice gran cosa.




Juan predicaba el arrepentimiento y el bautismo como preparación para “lo por llegar”; y en realidad ni lo uno ni lo otro eran lo verdaderamente importante, aunque, por supuesto, necesario. Lo uno y lo otro son solamente el medio, o medio, para llegar al fin: Jesús. Esto también es importante recordarlo, porque da la impresión de que hemos convertido los instrumentos, y quizás hasta lo accesorio, en fines en sí mismos; y no nos salvan nuestras acciones, nos salva Jesús; Jesús encontrado, el Dios encontrado y no el definido o el explicado, por muy atractivo que nos parezca. Como escribe mi amiga Charo:

Sólo el Dios encontrado,
ningún dios enseñado puede ser verdadero,
ningún dios enseñado.
Solo el Dios encontrado
puede ser verdadero

Y ahí es donde radica lo decisivo, en el encuentro. Dios viene a nuestro encuentro. Jesús nos sale al camino; él viene, nosotros vamos; y en un vaivén del corazón, estrepitosamente silencioso, se produce el milagro, el abrazo. Y sigo siendo yo, pero ya no soy el mismo. Ahora soy yo consciente y libre, en camino; yo y tú, y él; nosotros, con nuestras limitacionse y carencias, con nuestras angustias y miedos, pero conscientes y esperanzados; conscientes y en renovación constante, conscientes de haber sido encontrados. Jesús no sale a encontrarse con lo santo, ni con lo ya perfeccionado; sale a encontrarse con lo insuficientemente humano, con el pecador (porque en definitiva eso es el pecado) con el de corazón roto, con el angustiado, con el que ha perdido el sentido de la vida; en definitiva y preferentemente con aquellos y aquellas a quienes “lo viejo” considera indignos; y lo que es aun más y maravillosamente paradógico, y que "lo de siempre" no alcanza a entender, al menos eso parece: se acomoda en nuestro ser más íntimo haciendo germinar en él la Vidad Nueva. ¡Qué lejos está ese Dios de los conceptos y doctrinas de santidad y pureza, de las dobles morales, de la moralina nauseabunda, de la hipocresía del poder, por muy sagrado que pretenda ser, y que decide residir en nuestros corazones aun siendo como somos! ¡Cúando vamos a aceptar que Dios no es un dios terrible, ni temible, ni destructor! ¡Que no bendice guerras ni ejercitos! ¡Que no está en la lejanía ni en el poder! Que Dios es abrazo de amor eterno, es lágrima que se derrama cuando el corazón humano sufre; es Misterio que se dona en gratuidad constante ayudándonos a ser lo que realmente somos.

Pero no olvidemos que en realidad todo esto no son más que tanteos, a lo sumo imágenes; imágenes que pueden dar hilo para elaborar complejos y profundos conceptos y desarrollos teológicos, doctrinales; pero no son más que eso... imágenes, tanteos para explicar lo inexplicable, y que en demasiadas ocasiones incluso han dado más problemas que soluciones (guerras, exclusiones, rupturas...) Lo triste sigue siendo querer encerrar a Dios en los conceptos y convertir las imágenes en realidades; y resulta que Dios, ese Dios encontrado y que solo puede vivirse encontrándole, no cabe en ninguno de ellos. No podemos aspirar a comprenderle en su totalidad, abarcarle en toda su amplitud; es necesario que seamos más humildes, porque solo la humildad nos hace capaces de entender y situarnos en el lugar correcto. Es pecado y grave tratar de encerrar el Misterio en nuestras creencias y proposiciones; y es que solo podemos abrazarlo tal como se muestra. Es, por tanto, mejor dejarse encontrar por él, encontrarle, aun en la ignorancia consciente que, de alguna manera, inventarlo o tratar de encerrarlo.

Y ¿dónde vamos a encontrarle sino en Jesús que se dice en el rostro de los Hombres; y en especial de los pobres? Demasiadas veces hemos hecho a Dios el dios de los poderosos, de los sabios y de los santos

Revisemos y repensemos nuestros critérios y doctrinas; no caigamos en la trampa de la seguridad de la esclavitud; salgamos al camino, al encuentro, y dejémonos encontrar por la ternura de un Dios que se ha hecho débil para mostrarnos su amor y hacernos grandes.

Rvdo. Juan Larios. Comunidad Crsitiana ''La Esperanza'' (Alarcón-Madrid)

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