«Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos ha venido avanzando contra viento y marea, y los que se esfuerzan logran aferrarse a él. Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Y si quieren aceptar mi palabra, Juan es el Elías que había de venir. El que tenga oídos, que oiga. […]»
Mateo 11.12–15
¿Quién dijo que ser testigo del reino de Dios es buscar tranquilidad y aspirar a una vida sin perturbaciones? Quien eso piense no sabe quién es Jesús, ni conoce la verdad del evangelio, porque el reino «desde los días de Juan el Bautista […] ha venido avanzando contra viento y marea» y pertenece a los valientes porque solo ellos lo arrebatan (11.12).
Juan preparó el camino para la predicación de Jesús y lo logró al costo de su propia vida. Antes, los profetas antiguos habían predicado la luz del Señor entre las sombras de los reinos terrenales. Todos ellos sirvieron como testigos de la verdad «avanzando contra viento y marea». A ninguno le resultó fácil anunciar la verdad y reclamar justicia.
Después de Juan, vino Jesús. Las cosas no cambiaron. La osadía de la redención se pagó con la sangre del nazareno; él fue víctima de la injusticia de los poderes del mal que arrebatan la vida de quienes proclaman vida en abundancia. En ese camino de entrega sacrificial anduvo Jesús y así lo anunciaron después sus seguidores. Pablo, por ejemplo, les dice a los creyentes de Corinto que cuando les predicó el evangelio se propuso «no saber cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de éste crucificado» (1Co 2.2).
La esperanza cristiana no es esperanza barata. Recordando a Dietrich Bonhoeffer debemos saber que, al igual que la gracia, también la esperanza es costosa.
Para seguir pensando:
«[…] identificarse con la tarea salvífica de Jesús hacia los sufrientes conlleva el mismo tipo de persecuciones que a él lo llevaron a la muerte. La misión de la iglesia a los sufrientes […] no es un servicio nacido de buenas intenciones […] sino del compromiso con Jesucristo mismo, quien nos muestra el camino y nos advierte claramente de antemano que se trata de un camino difícil, sufrido, posiblemente mortal».
Nancy Bedford
Oración:
Oremos para que el Señor llene de valor a los pastores, pastoras, sacerdotes, misioneros, misioneras, trabajadores y trabajadoras humanitarios, y demás personal cristiano que labora en zonas de alto riesgo, a fin de que, revestidos del poder de Dios, vivan y proclamen la verdad, y vivan y reclamen justicia. Y roguemos por nosotros, para que, comprometidos con Cristo, asumamos los riesgos de la cruz que traen nuestra manera de vivir la justicia de su reino y de dar testimonio del evangelio cada día.
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