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miércoles, 16 de mayo de 2012

Por qué soy anglicana y creo que permaneceré siéndolo

Por Natacha-Ingrid Tinteroff. Traducción y aportación, de Javier Otaola.
“He aprendido de Chenu que el pensamiento es sagrado; lo intelectual contiene lo espiritual [1]”.
Como miembro comulgante de la Iglesia de Inglaterra, soy anglicana porque creo que el Anglicanismo constituye la única tradición Cristiana donde puedo vivir plenamente mi vocación bautismal y ser testigo de Cristo [2]. De hecho, he elegido unirme a la Iglesia de Inglaterra que es ahora mi casa espiritual precisamente por la “catolicidad integral” del Anglicanismo.
Mi primera experiencia del culto anglicano fue un servicio de Vísperas, un lluvioso día hace unos trece años. Mi intención ese día era conocer el estilo de la Iglesia de Inglaterra, sin un especial compromiso. Sin embargo mi vida ha cambiado para siempre desde ese día. Es muy difícil describir con palabras adecuadas lo que sentí durante el servicio religioso. Mi corazón fue atrapado por “la humildad asombrada ante los divinos misterios de la fe” y el lenguaje no es competente para “definir la última paradoja de la experiencia” [3]. Fui  llevada literalmente “al borde del caos en presencia de Dios” [4].
Por primera vez en mi vida encontré a Dios durante un servicio religioso. Su presencia me rodeó y Su amor se me hizo presente llenándome de paz y provocándome una experiencia de elevación. La atmósfera extraña y emocionante del servicio me permitió orar de una manera completamente nueva para mí. Mientras que normalmente me sentía oprimida por las malas liturgias que me hacían sufrir, en esa ocasión, repentinamente experimenté una comprensión liberadora que despertó en mí ser más íntimo una nueva serenidad. Mi mente oscurecida fue  deslumbrada por una luz radiante. Me sentía vinculada  a una tradición en la que mi vida presente era fuertemente conectada con un antiguo pasado. Especialmente, me sentí conmovida por el poder de una música que me conducía a través de un profundo proceso espiritual admirablemente descrito por Richard Hooker: The very harmony of sounds being framed in due sort and carried from the ear to the spiritual faculties of our souls is by a native puissance and efficacy greatly available to bring to a perfect temper whatsoever is there troubled, apt as well to quicken the spirits that which is too eager, sovereign against melancholy and despair...[5].
Vine enferma, hambrienta y sedienta; y quedé saciada, curada y renovada por la belleza de lo sagrado. Como ha expresado en el siglo XVII el poeta George Herbert de manera tan hermosa, sólo tuve que sentarme y comer [6], gustando “la visión del Amor misericordioso y lleno de acogedora gracia,” o “el corazón de la Espiritualidad Anglicana” [7]. El servicio de Vísperas fue la liturgia que me permitió tener “el conocimiento de Dios que sólo puede venir orando a Dios” [8]. Esa experiencia provocó mi conversión, del mismo modo que San Pablo se convirtió en su viaje a Damasco, y esa experiencia me ha permitido entender que mi oración está confirmada por la vía anglicana a la fe ilustrada por el antiguo adagio “Lex orandi lex credendi”, basado sobre el argumento utilizado por el monje Próspero de Aquitania, que en el siglo V, escribió en su Capitula Coelestini que “los ritos de la oración sacerdotal (...) son celebrados de tal modo que el orden de la oración determina el orden de la fe”[9]. El entendimiento ordinario postula que la sustancia de la oración determina la fe del que ora. Eso implica que la doctrina de la iglesia se funda en sus recursos litúrgicos y es entendida a través de los textos litúrgicos. Esto es particularmente verdad en el caso de la Iglesia de Inglaterra cuya doctrina, de acuerdo con su derecho canónico, se funda en The Thirty-nine Articles of Religion, The Book of Common Prayer, and the Ordinal [10]. Eso significa que, primero, dos de estas referencias históricas de la Iglesia de Inglaterra están constituidas por fuentes litúrgicas, y en segundo lugar, que las fuentes escritas de la autoridad doctrinal son muy limitadas. Sin embargo, la doctrina Anglicana, se sostiene  “sobre el sonido de las campanas de la Iglesia,”[11] como Michael Ramsey señaló, mas que en un sofisticado sistema normativo.  Esa doctrina se caracteriza por manifestarse con cierta parsimonia. De hecho, la modestia doctrinal es una consecuencia y una buena ilustración del rasgo más definitorio del entendimiento Anglicano del papel de la Iglesia: el principio de adiaphora, que implica que las creencias Anglicanas toleran la diversidad en todo aquellas “cosas que no establecen una diferencia, en materias consideradas no esenciales, cuestiones acerca de las cuales uno puede discrepar sin dividir la Iglesia”.[12] Este principio está proclamado en el artículo treinta y cuatro: “It is not necessary that traditions and ceremonies be in all places one or utterly alike; for at all times they have been diverse, and may be changed according to the diversity of countries, times, and men's manners, so that nothing be ordained against God's word”.[13]
La idea de adiaphora revela la moderación Anglicana que practica “la política de reservar las afirmaciones y convicciones fuertes para las pocas cosas que las merecen”.[14] Esta circunspección, así como su fundamento en la liturgia y en la práctica, distingue la tradición Anglicana de la Católico-Romana, esta última caracterizada por un sobredimensionado sistema doctrinal, materializado en un permanente, y constantemente creciente, acervo de documentos, la mayor parte de los cuales son de carácter jurídico-canónico.
El principio de adiaphora expresa la vía Anglicana de la fe, particularmente la comprensión Anglicana de la verdad, que prohíbe al mismo tiempo las peligrosas formulaciones del dogma, así como la ciega [unquestioning] sumisión de los fieles a la enseñanza del magisterio. Esto no tiene relación con una supuesta indiferencia frente a la verdad, sino más bien con “la percepción de las condiciones bajo las cuales la verdad debe ser  buscada y definida ”[15] y el modo en que “las creencias son definidas, legitimadas, interpretadas y mantenidas”.[16] En efecto, como ha subrayado el Arzobispo  Rowan Williams ,“la verdad teológica no está completamente a nuestra disposición porque la santidad no está completamente a nuestra disposición”.[17] Anglicanismo implica una “fe racional y razonable”[18] y el Anglicanismo está firmemente comprometido con la “libertad para profetizar” definida por Jeremy Taylor,[19] que no consiste en  simplemente la aceptación de una buena doctrina, sino que viene referido también a una clara función de búsqueda de la verdad, “en ambos casos a través de la interpretación siempre fresca de los textos sagrados, y en la certificación que nos confiere una investigación independiente del verdadero veredicto del Cristianismo antiguo”[20] Se puede decir que la vocación del Anglicanismo no es determinar y enunciar la verdad, sino más bien “crear el clima de libertad espiritual en el que las personas pueden dar testimonio de la verdad tal y como ellas la ven, sometiéndose a la crítica de sus pares sin miedo a la censura eclesiástica.”[21] Todo esto dice mucho del entendimiento Anglicano de la relación de Dios con el ser humano: “Dios ha delegado a la Iglesia y al cristiano la responsabilidad de tomar decisiones informadas y razonadas”. [22] Por consiguiente, cada Anglicano disfruta del inmenso privilegio de estar “constantemente comprometido en hacer teología, en el genuino sentido de reflexionar sobre las cosas de Dios.”[23] Indiscutiblemente, esto es “una seria teología de la madurez humana”. [24] Como el Obispo Westcott ha dicho, “en la vida de la fe, nuestra razón no debe ser dejada de lado, sino que debe ser despertada y estimulada. Razón y fe no deben estar separadas. ”[25] Es decisivo para mí que mi peregrinaje espiritual no sea disociado de mi itinerario intelectual.
Nacida en Francia de padres franceses, fui educada en la Iglesia Católico-Romana. Nunca ha sido un hogar espiritual para mi alma inquieta. Su posesión de la verdad, su teología basada sobre el pecado y la culpa, la falta de inteligencia en sus discursos, y una errónea concepción de la tradición  siempre me parecieron opresivas, obstaculizado el fortalecimiento y la profundización de mi fe.[26]. Sobre todo, mi espíritu nunca ha sido capaz de someterse a la enseñanza acrítica y absoluta del “magisterio” que destruye “la necesidad de la que la Fe surja a partir de la evidencia racional de la Doctrina cristiana”.[27] No puedo mas que estar de acuerdo con George Stillingfleet en que decidir las cuestiones con la apelación a la infalibilidad “destruye toda evidencia racional respecto de la verdad de la religión” . [28] Como Austin Farrer ha dicho, “Si Dios puede ser comprendido, no sería Dios. Un dogmatismo pagado de sí mismo es tan fatal para la fe en Dios como el propio escepticismo; el dogmatismo pretende probar y definir, sólo para descubrir que aquello que ha probado y definido no es Dios, el Señor”. Tú no puedes atrapar la infinitud de Dios en una red de palabras del mismo modo que no puedes atrapar el mar, las glorias del día de tu muerte.[29] (1)
[1] Del traductor: You can no more catch God’s infinity in a net of words than...you can fish out the sea the glories of the dying day.]
Esto no se debe interpretar como una denigración de la importancia de buscar a Dios. En efecto, de acuerdo con la posición de Joseph Butler tal y como es explicada por A. S. McGrade “el desinteresado amor a Dios es una respuesta racional y psicológicamente apropiada a la bondad de Dios”. ¿Cómo se puede conocer la bondad de Dios?” [30]. La Razón es “la única manera que tenemos de juzgar respecto de cualquier cosa, incluso de la misma revelación” [31] “No solo el significado, sino también la moralidad y la evidencia de la revelación” [32] pueden ser evaluados. Esto es lo que Jesús dice en Marcos 12:29 que debemos amar al Señor nuestro Dios “con todo nuestro corazón, y con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con toda nuestra fuerza”, una frase comentada con bellas palabras por el Obispo Brooke Westcott: “Aquellos que son “en Cristo” están  comprometidos a servir a Dios con todo su ser, con su intelecto no menos que con su corazón, su fuerza, su substancia… Para ellos todo lo que cae dentro de la observación humana es una parábola de realidades espirituales, a través de las cuales se hace posible una visión renovada de la gloria de Dios. Serán los más agudos para ver el despuntar de nuevas ideas. Para ellos no puede haber desánimo o indiferencia. Llevan ante el Señor las primicias de todas las cosas.” [33]
Mi conversión ocasionó una búsqueda intelectual desesperada de la verdad de Cristo que me llevó a emprender un largo itinerario de formación que culminó en algunos estudios de post-grado.  He estado buscando entender aquello que creía, de acuerdo con la acertada formula de San Anselmo de Canterbury,  en la introducción de su Proslogian. Según mi reflexión iba avanzando más claro se me presentaba la necesidad de salir de la Iglesia de Roma. Estaba viviendo en una ficción que tenía que cesar. Era el momento de unirme a una Iglesia en la que fuera capaz de discernir libremente la verdad de Cristo y establecer mis propias convicciones a la luz de mi conciencia, con la ayuda del Espíritu Santo.  Aunque consideré otras posibilidades como razonables, como por ejemplo las Iglesias Reformada o Luterana, la elección del Anglicanismo reflejaba el siguiente razonamiento:
“No hay Iglesia que en cada una de sus partes se acomode mejor a mi conciencia, cuyos artículos, constituciones, y costumbres  me parezcan tan conformes a la razón, y se ensamble mejor con mi devoción personal, según mis creencias, que la Iglesia de Inglaterra (...) En resumen, donde la Escritura guarda silencio, la Iglesia es mi texto; donde la Escritura habla, la Iglesia es   mi comentario, allá donde ambas guardan silencio, no pido prestadas las reglas de mi religión ni de Roma ni de Ginebra, sino de los dictados de mi propia razón.” [34]
El entendimiento anglicano de la verdad me ha permitido llevar a cabo mi propia “búsqueda de la divinidad a través del uso de la humana razón”[35], así mi espíritu puede ser “la luminaria del Señor”[36]  según la hermosa fórmula de Benjamin Whichcote. Esto es posible gracias a que aunque “Escritura, tradición, concilios y padres de la Iglesia son evidencias en cuestión de fe”, “el último juez es mi ‘razón’ ”. [37]
Mi entrada en la Iglesia de Inglaterra me ha salvado. Aunque he dejado atrás la denominada comúnmente Iglesia Católica, es ahora cuando me siento realmente católica en el sentido de que puedo experimentar el poder transformador de Dios. El Arzobispo Rowan Williams ha escrito que “Dios habla en un modo que nos invita a continuar creciendo para poder escuchar” [38] La Iglesia de Inglaterra es esa parte de la Única Iglesia en la que puedo crecer y consecuentemente escuchar a Dios. Y puedo hacerlo porque la tradición Anglicana que me ha recibido tan generosamente, no solo me permite madurar como creyente, sino que me invita a ello. Disfruto de la libertad que el Anglicanismo me da como académica, y que no puedo encontrar en ninguna otra parte. Puedo buscar la verdad sin temor. ¡El Anglicanismo es antagónico con  la pereza intelectual¡ La moderación de nuestra tradición influye enormemente en mi fe más íntima. Estoy encantada de colocarme enfrente de aquellos que parecen “saber mas”, [39] no para afirmar ninguna superioridad Anglicana frente a ellos sino para mostrarme confiada en nuestra tradición que otorga a cada uno de sus miembros una considerable dignidad no sólo como seres humanos sino también y sobre todo como cristianos que piensan. Todo esto, combinado con la inclusividad Anglicana, significa que soy ahora una abierta, confiada y positiva Católica, que es capaz de ser testimonio de Cristo sin miedo ni vergüenza. Por primera vez en mi vida, siento ahora que mi corazón, mi fe y mi mente están en concordancia con la enseñanza de mi Iglesia, a la que me siento orgullosa de pertenecer.  Mi búsqueda de la santidad se ve alimentada por nuestras liturgias, marcadas por "una unidad inclusiva y no una exclusiva uniformidad", [40] que me confiere una capacidad de crecimiento. Me he convertido en una anglicana por elección, una elección dictada por la razón y también por el corazón.
Creo que permaneceré en la Comunión Anglicana ya que no veo otra tradición con esa "catolicidad integral" del anglicanismo; su integridad, se expresa en la eclesiología anglicana, que define el patrimonio anglicano, aunque este punto es muy a menudo mal entendido. Esta cualidad permite a los que pertenecen a las iglesias de la Comunión Anglicana  vivir plenamente su catolicidad.
La Constitución Apostólica Anglicanorum Coetibus providing for personal ordinariates for Anglicans entering into full communion with the Catholic Church  menciona el “Patrimonio anglicano” sin definirlo. [41] Sin embargo, la constitución contiene una precisión que permite entender cómo el Santo Padre percibe el patrimonio Anglicano, en las circunstancias “la liturgia, las tradiciones espirituales y pastorales de la Comunión Anglicana”.[42] Esta percepción del patrimonio Anglicano revela una total falta de  entendimiento de la tradición Anglicana. Descansa en la idea de que el Anglicanismo no puede fundamentarse en sí mismo y que “la fe, la práctica y el espíritu de las Iglesias de la Comunión Anglicana” son “simplemente el producto de accidentes históricos, con una legitimación circunstancial, por razones de conveniencia, de los hechos tal y como han sucedido”.[43] Esta visión niega implícitamente que el Anglicanismo “encarne una genuina verdad eclesial, una visión o un principio, con cierto grado de valor vinculante, en definitiva con algún valor que ofrecer a la Iglesia Universal”.[44] El patrimonio es comúnmente definido como cualquier cosa heredada del pasado y que caracteriza algo. Si el Anglicanismo se distingue por sus tradiciones litúrgicas, espirituales y pastorales, su propiedad principal, esa que señala su especialidad más distintiva, reside en su eclesiología, que expresa una “ortodoxia dinámica”[45].
La definición de patrimonio Anglicano implícita en la constitución Anglicanorum Coetibus le niega esa cualidad al Anglicanismo y presupone que el Anglicanismo no tendría doctrina o eclesiología propias. Algunos autores Anglicanos, como John William Wand [46], Stephen Neill [47] o  Henry McAdoo [48] han defendido esta idea. Hasta la creación del ordinariado, los peligros de semejante declaración han sido probablemente subestimados. Si como el Arzobispo Rober Runcie ha subrayado, es verdad que las iglesias de la Comunión Anglicana “nunca han pretendido ser más que una parte de la Única, Santa, Católica y Apostólica Iglesia”, es muy peligroso asegurar que la supervivencia de la Comunión Anglicana no deber ser “un fin en sí mismo”; la afirmación de la naturaleza provisional del Anglicanismo debe ser hecha con precaución.[49] Y debe hacerse en concordancia con la circunspección específica de la tradición Anglicana, y en orden a reconocer que en el contexto de una Iglesia dividida, las Iglesias anglicanas son sólo parte de la Iglesia creyente, como todas las otras iglesias, vistas en perspectiva escatológica. Pero ser modestos no significa denigrar la integridad Anglicana. En los presentes tiempos, como Paul Avis ha señalado, nuestra mayor necesidad como miembros de la Comunión Anglicana es afirmar abiertamente nuestra confianza, en, entre otras cosas, nuestra “definida y distintiva eclesiología”, dotada de “validez vinculante” [50]”. Este carácter distintivo de la eclesiología Anglicana reside en lo que yo denomino su “catolicidad integral” establecida sobre la combinación de tres bases fundamentales : “interpretación dialogada, [mutually supportive]: catolicidad, principios reformados,  y reflexión académica libre.”[51] El Obispo Charles Gore ha explicado esta alianza única: “Es mérito de la Iglesia Anglicana que durante la Reforma rechazó tanto las antiguas estructuras del Catolicismo, como los nuevos movimientos.  Sobre las antiguas estructuras –los credos, el derecho canónico, la jerarquía, los sacramentos- ella mantuvo su control mientras abría sus brazos a una nueva enseñanza, una renovada apelación a la Escritura, a la libertad de un criticismo histórico y al deber de un juicio privado. [52]
Esta “catolicidad integral” constituye la plenitud del paradigma católico, aún incompleto en cada iglesia. John Jewel ha subrayado que la Iglesia de Inglaterra se alejó durante la Reforma, de los errores de Roma, pero no de la Iglesia Católica [53]. La necesidad de oponerse a los errores de Roma ha condicionado el perfil de esa “catolicidad integral”. Consecuentemente un catolicismo expurgado puede integrar las contribuciones de la Reforma confluyendo en el camino por el que las creencias son “definidas, legitimadas, interpretadas y mantenidas”.[54] Si la Iglesia de Inglaterra profesa “la fe únicamente revelada en las Sagradas Escrituras”, la Iglesia “está llamada a proclamar esta fe renovada  en cada generación”. [55] Al Anglicanismo, como fe heredada y como patrimonio eclesial, “le corresponde un concepto de autoridad que rechaza encastillarse contra la prueba de la Historia o la libre acción de la razón.  La Comunión Anglicana busca una autoridad creíble y por consiguiente preocupada por asegurarse un fundamento histórico y por tener sus credenciales al día frente a los requerimientos de la razón.”[56]. Esta forma de ser y de hacer se expresa en el clásico tríptico Anglicano de Escritura, razón y tradición. “La Escritura contiene los elementos que es necesario creer para ser Cristiano. La Razón comprende nuestra humana experiencia, como seres que piensan, sienten y actúan. La Tradición es el del pasado que vive en el presente : el medio por el que heredamos del pasado la experiencia y el conocimiento de aquellos otros que han compartido nuestra fe.”[57] Estas tres fuentes “se combinan en un modo dinámico para servir mutuamente de referencia, contrapeso y contraste, [checks and balances] no simplemente para limitarse y relativizarse entre sí sino también para generar pensamiento nuevo en diálogo con el contexto cultural e ideológico de la Iglesia.”[58]
El clásico perfil de la tradición Anglicana se puede oponer a la trilogía Católico-Romana de “sagrada tradición, sagradas Escrituras y autoridad del magisterio de la Iglesia”.[59]. Sólo el magisterio, y no la razón, aliado con la tradición y la escritura, es capaz de interpretar de manera auténtica “la Palabra de Dios en su forma escrita y forma de Tradición”.[60] Este es el motivo por el que el paradigma de catolicidad propuesto por la Iglesia Católico-Romana es incompleto, cuando “la razón , nunca divorciada de la Escritura o de la tradición apostólica, nos libera del fundamentalismo, del tradicionalismo y de la teología idiosincrática. [61]”. Esta “integralidad” del Anglicanismo permite al creyente vivir “una fe católica integrada”. En nuestro mundo agresivamente secularizado, ofrece un modelo nuevo de apertura, refrescante, con estimulantes perspectivas no sólo para los creyentes desilusionados sino para todos. Es un mensaje de esperanza para el mundo. Sin embargo esa posición suscita un número de cuestiones que es necesario atender.
Se acusa al Anglicanismo en ocasiones de falta de coherencia en cuestiones centrales de la fe. ¿Qué significa integralidad en este contexto?
En el Anglicanismo no hay un cuerpo sustantivo de materias que contenga una exposición de la doctrina en términos de confesión. La fe Anglicana es más práctica que confesional. La combinación de Roma de una “teología escolástica oficial inflexible y un magisterio inmutable” [62] es absolutamente contraria a la naturaleza intrínseca de al tradición Anglicana. Lo que los Anglicanos creen se definen en términos minimalistas y se alimenta fundamentalmente de fuentes litúrgicas. Es simplemente el principio lex credendi lex orandi. “La Fe Anglicana, que se ciñe únicamente a las Escrituras y se resumen en los credos Católicos, se desarrolla y crece bajo la guía del Espíritu Santo dentro de la vida de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo. ”[63]. Integralidad significa que los Anglicanos nos reconocemos la plena capacidad de discernir la verdad a través de la Vía Anglicana, por cuanto la fe Anglicana es una fe en busca del entendimiento.
En  relación con cuestiones de fe y orden, las iglesias de la Comunión Anglicana son a menudo acusadas de alterar unilateralmente la herencia católica común, sin la autoridad para hacerlo. ¿Catolicidad significa no decidir en materias de fe por uno mismo, sino en ecuménica asociación con las iglesias hermanas? ¿Qué pasa con el “argumento del daño ecuménico”? [64].
Las iglesias de la tradición Anglicana confiesan que “mientras sus iglesias ciertamente pertenecen a la Única Iglesia de Cristo, son sólo una parte, una porción de la completa y universal Iglesia,”[65] y admiten por lo tanto su naturaleza provisional e incompleta. Consecuentemente, y a diferencia de la Iglesia de Católico-Romana o de las Iglesias Ortodoxas, pueden colocar a las otras Iglesias “en pie de igualdad con su propia Iglesia Anglicana, como fragmentos de un todo, reconociendo que todas son víctimas de la falta de unidad, todas responsables por el cisma,  y todas llamadas a trabajar por curar las heridas del cuerpo de Cristo.”[66] Este gran logro no alcanzado aún por ninguna de las iglesias implica que la catolicidad de las otras iglesias no se niega. Esto es primordial cuando la Iglesia Católico-Romana y la Iglesia Ortodoxa no contemplan a las iglesias de la Comunión Anglicana como verdaderas iglesias con validos ministerios y sacramentos.[67] Por eso el “argumento del daño ecuménico” no me parece realista. Llevando las cosas más lejos, nos podemos preguntar si aquellos que defienden esta posición están realmente convencidos de que su iglesia es una verdadera iglesia, católica y apostólica. Si es así, no deben tener problema con el hecho de “tiene suficiente autoridad en sí misma” para determinar materias de fe y orden.
En cuanto al proceso de toma de decisiones en materia de fe y de orden, es siempre mejor y deseable que goce de un apoyo ecuménico consensuado. [68]. Siendo esto así en teoría, se convierte, sin embargo en un principio vacío en el contexto de una Iglesia dividida. Existe una cierta hipocresía en los convencionales discursos de nuestros socios ecuménicos en relación con las cuestiones que afecta a cambios en materia de fe y orden. Debemos encarar la realidad aunque no sea la que nos gustaría contemplar: en el presente estado de la Iglesia Universal, “no existe ningún mecanismo que nos permita a las iglesias una consulta conjunta sobre cuestiones fundamentales de fe y orden, para tomar una decisión en solitario o actuar juntas”.[69] La reunión de un concilio ecuménico podría ser una solución para algunos. Desafortunadamente ,dada la actual situación, no es siquiera posible  soñar con esa eventualidad.  Es necesario tener en mente la pobre experiencia del Concilio de Florencia: una experiencia conciliar deficiente sólo es un elemento de mayor alejamiento. La consecuencia es triste, pero ineluctable: en tanto que la Iglesia creyente no es una realidad, las iglesias no tiene otra elección que no sea actuar “unilateralmente”, lo que significa “ que cada iglesia particular debe actuar responsablemente, de acuerdo con su propia conciencia, y debe hacerlo a través de sus propias estructuras de convivialidad y de toma de decisiones, en cumplimiento de su misión.”[70] La Iglesia Católico-Romana, que regularmente declara que no considera que las Iglesias, incluida ella misma, estén autorizadas a cambiar la tradición , no es la última en actuar “unilateralmente”, como lo demuestra la histórica cuestión de la inserción del Filioque en el Credo, la proclamación de la infalibilidad papal, o el dogma Mariano y otros.
Hoy, el Anglicanismo parece devastado por conflictos y divisiones sobre los gays y lesbianas, o sobre las mujeres obispos. Si los medios de comunicación no se confunden, los Anglicanos están permanentemente luchando unos contra otros, mientras el Arzobispo Williams trata desesperadamente de mantener la Comunión unida para evitar un cisma. ¿Cómo puede pensar alguien en permanecer Anglicana en este contexto?
El Anglicanismo ha sido a menudo descrito como el resultado de una voluntad secular. La Iglesia de Inglaterra habría sido creada sólo para apoyar y legitimar las ambiciones de Enrique VIII, y como consecuencia la tradición Anglicana no estaría establecida sobre bases teológicas sólidas. Las iglesias de la Comunión Anglicana no estarían investidas con las características propiedades de verdaderas iglesias. Eventualmente, estas fragilidades significarían que el Anglicanismo estaría destinado a colapsar. Una perspectiva más abierta ve el Anglicanismo “como una expresión distintiva e inculturada en formas Occidentales de la misma Iglesia Católica, conformada por los movimientos conciliares y reformistas de la última Edad Media y la temprana Modernidad, en relación con la cual las implicaciones constitucionales realizadas bajo el reinado de Enrique e Isabel no fueron sino meras consecuencias.”[71]
Desde el comienzo, la contingencia del Anglicanismo ha sido una cuestión de hecho.  La experiencia Anglicana sigue viva, hoy, después de casi quinientos años después de haber atravesado algunas severas crisis [72]. La complicada situación de la Comunión Anglicana suscita un número importante de cuestiones conectadas con la singularidad de la identidad Anglicana, pero nada de eso significa que vaya a producirse un cisma. Los actuales conflictos desde cierta perspectiva revelan la buena salud de nuestras iglesias y dan testimonio de su integralidad. Nuestra distintiva apreciación de la verdad implica amplios y libres debates para discernir el camino justo que no puede venir dado simplemente por una autoridad superior. Las otras iglesias no son muy diferentes de nosotros.  No son inmunes al dolor y a los tormentos pero estos no se tratan tan abiertamente; se gestionan a menudo mediante un sistema gubernamental autoritario y poco transparente y su carga es sobrellevada por víctimas inocentes de un eficiente sistema de censura, que promueve el silencio, mientras la modestia y el equilibrio de las iglesias Anglicanas airean pública y abiertamente sus problemas.  La Comunión Anglicana no teme mostrar su vulnerabilidad. Sin embargo, no podemos prescindir en el futuro que se avecina de una reforzada, más articulada y confiada eclesiología Anglicana, tanto en términos de estudios teológicos como en un mayor conocimiento de nuestras estructuras eclesiásticas, y en formas de resolución de las cuestiones disputadas entre nosotros.
Ser Anglicano es mucho más de lo que habitualmente se publicita en los medios de comunicación. La identidad Anglicana global no está definida por posicionarse a favor o en contra el clero homosexual y las mujeres obispo. La profundidad de nuestra tradición, y particularmente nuestra espiritualidad y liturgia,  sigue nutriendo la vida de millones de Cristianos, incluyendo a aquellos que formalmente se han alejado de la Iglesia. Al mismo tiempo y aunque es una cuestión ampliamente ignorada, a pesar de la supuesta situación desesperada de la Comunión Anglicana, sus Iglesias dan la bienvenida cada año a un considerable número de Cristianos que disfrutan de la vida espiritual ofrecida por la inclusividad Anglicana. La fe en la Comunión Anglicana debe ser reafirmada. Con la ayuda del Espíritu, como Jesús prometió en Juan 6:13 la verdad será desvelada y prevalecerá. Yo me llamo a mí misma Anglicana porque creo y espero.
A la postre, soy Anglicana y pretendo seguir siéndolo, por causa del amor - “El amor me dio la bienvenida”[73] – el amor a la verdad me ha traído a la Iglesia de Inglaterra. La Iglesia de Inglaterra es el lugar en el que he experimentado el amor de Dios. A través de esta experiencia, he llegado ha conocer mejor a Dios, a amarle más profundamente, y a servirle con mayor pasión. Como resultado del  “trabajo redentor del amor” [74] puedo intentar llegar a ser “un Evangelio viviente que todos pueden leer”, [75]  de ese modo puedo ser un testigo creíble del amor de Dios.
(2012)

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