El pasado 22 de febrero se celebró en la Catedral del Redentor de Madrid (de la Iglesia Española Reformada Episcopal) , un solemne Te Deum, oficiado por representantes de la Iglesia Católica Romana, del Arzobispo de Canterbury y por el Obispo Rvdmo. Carlos López Lozano, en el que se ha proclamado con solemne alegría el reconocimiento común de bautismo entre anglicanos y católico-romanos. Yo, como la mayoría, nos hemos regocijado con ese acontecimiento que por otra parte asumíamos en nuestro fuero interno con toda naturalidad desde siempre.
Sin embargo parece ser que la noticia no ha alegrado a todos de la misma manera, incluso entre las filas protestantes algunas voces han reclamado una exclusividad fundamentalista según la cual una supuesta pureza de los principios protestantes se vería amenazada por este acuerdo ya que –según sus palabras- el bautismo católico-romano no sería sino “un formalismo externo que de nada sirve ni nada significa para la fe cristiana desde la perspectiva bíblica”.
Los españoles tendemos a ser más papistas que el Papa y más reformados que los Reformadores. Según esta curiosa teoría resultaría que quedaría en entredicho el bautismo de todos los reformadores, ya que ni Martin Lutero, ni Juan Calvino, ni el Arzobispo Cramer, ni Federico El sabio… se rebautizaron con motivo de la Reforma y todos ellos fueron bautizados de acuerdo con el rito católico-romano y nunca lo impugnaron ¿También en su caso fue una mera formalidad?
En este asunto, como en tantos otros el mejor criterio, desde mi punto de vista, es el que magistralmente expuso C. S. Lewis en su magnífico “Mere Christianity” en el que nos advierte que la soberbia es la raíz de todo pecado y que la clave de bóveda del Cristianismo reside en el mandato evangélico: Ama a tu prójimo como a ti mismo, un mandato que nos invita no sólo a amar a los demás –aunque no siempre nos gusten- sino también a nosotros mismos -aunque muchas veces no estemos a la altura de nuestras expectativas.
Hay muchas cosas que nos separan de la Iglesia de Roma -¡ desde luego¡-, ¡ pero compartimos tantas ¡: las luminosas referencias del Evangelio de Juan, y de Mateo y de la II Carta a los Corintios, la belleza de los Salmos, los Concilios primitivos y toda la Tradición de los Padres de la Iglesia…, compartimos lo decisivo. Finalmente seremos juzgados por un Juez de Amor, y no por un experto en disquisiciones denominacionales.
Javier Otaola
Fuente: La Luz Digital
Fuente: La Luz Digital
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