La
Ascensión del Señor.
La Ascensión es
un momento más del único misterio pascual de la muerte y resurrección de
Jesucristo, y expresa sobre todo la dimensión de exaltación y glorificación de
la naturaleza humana de Jesús como contrapunto a la humillación padecida en la
pasión, muerte y sepultura.
Al contemplar
la ascensión de su Señor a la gloria del Padre, los discípulos quedaron
asombrados, porque no entendían las Escrituras antes del don del Espíritu, y
miraban hacia lo alto. Intervienen dos hombres vestidos de blanco,
es una
teofanía, la misma de los dos hombres que Lucas describe en el sepulcro (24,4).
En ellos la Iglesia Madre judeo-cristiana veía acertadamente la forma simbólica
de la divina presencia del Padre, que son Cristo y el Espíritu. Las palabras de
los dos hombres son fundamentales: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando
al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le
habéis visto marcharse (Hechos 1,11). En un exceso de amor semejante al que le
llevó al sacrificio, el Señor volverá para tomar a los suyos y para estar con
ellos para siempre; y se mostrará como imagen perfecta de Dios, como icono
transformante por obra del Espíritu, para volvernos semejantes a él, para
contemplarlo tal como él es (1 Juan 3,1-12). Y lo invocamos para que venga
ahora y siempre.
Las oraciones
de esta solemnidad piden que permanezcamos fieles a la doble condición de la
vida cristiana, orientada simultáneamente a las realidades temporales y a las
eternas. Esta es la vida en la Iglesia , comprometida en la acción y constante
en la contemplación. Porque Cristo, levantado en alto sobre la tierra, atrajo
hacia sí a todos los hombres; resucitando de entre los muertos envió a su
Espíritu vivificador sobre sus discípulos y por él constituyó a su Cuerpo que
es la Iglesia, como sacramento universal de salvación; estando sentado a la
derecha del Padre, sin cesar actúa en el mundo para conducir a los hombres a su
Iglesia y por Ella unirlos a sí más. Instruidos por la fe acerca del sentido de
nuestra vida temporal, al mismo tiempo, con la esperanza de los bienes futuros,
llevamos a cabo la obra que el Padre nos ha confiado en el mundo y labramos
nuestra salvación.
Fuente: Hoja Diocesana n º. 655
No hay comentarios:
Publicar un comentario