Desde el inicio del reinado de Benedicto XVI en la ICR (iglesia católico-romana) se han producido movimientos dentro de esa iglesia que nos deben llevar a la reflexión a los cristianos que vemos con asombro el desarrollo de los acontecimientos:
Por un lado se puede percibir, con echar una mirada a los rituales vaticanos, como vuelven los tiempos en que las ''misas'' se daban de espaldas al pueblo. En el caso del vaticano un sutil cambio en la disposición de los objetos en el altar provocan esa sensación (obsérvenlo en cualquier retransmisión de TV).
Por otra parte, la obstinación en permanecer en el error respecto del sacerdocio de la mujer y al celibato. Sobre estos dos asuntos hay una clara opción de reforma entre el clero austriaco (10%), irlandés y francés (en menor medida), hasta el punto de que el heresiarca de Roma, obligado por las circunstancias, se ha manifestado sobre el particular en la mismísima homilía del Jueves Santo, recordando a los reformistas que la 'desobediencia' no es el camino.
Hay que reconocer que la ICR tiene serios problemas con el peso de su 'tradición' y que ésta en la mayoría de los casos parezca estar incluso por encima de los Evangelios. Que el celibato no está contemplado en las Escrituras es algo que no tiene discusión y una simple lectura a las cartas de San Pablo así lo demuestra.
Creo, no obstante, que más peculiar es el caso del sacerdocio de la mujer en la Iglesia. La ICR es incapaz de aceptar el papel de la mujer en los primeros tiempos de la Iglesia, cuando aún no era religión del Imperio Romano. Las mujeres jugaban un papel fundamental en el mantenimiento de las primeras congregaciones de cristianos; era en el marco de las familias donde se desarrolló este primer cristianismo y por tanto mujeres como hombres eran agentes vehiculares de la Palabra de Dios, las mujeres oficiaban, de hecho, en las primeras liturgias que seguían estos grupos.
Todo cambia cuando el cristianismo pasa a ser religión 'permitida' en el imperio, en ese momento las estructuras 'jerárquicas' de las primeras congregaciones se adaptan a la realidad social que les circunda y ahí comienza, no por imposición sino por costumbre (al menos desde mi punto de vista) a tener mayor relevancia el papel del hombre sobre la mujer en la Iglesia, se trata al fin y al cabo de una adaptación a la sociedad patriarcal presente en Roma.
Por tanto, que hoy una parte del clero de la ICR vuelva su mirada a los primeros tiempos del cristianismo y quiera que, toda vez que en la sociedad occidental el papel de la mujer ha cambiado sustancialmente, la mujer pueda ser ordenada sacerdote dentro de la ICR, no les debería sorprender tanto a los 'altos funcionarios' del vaticano.
La batalla del celibato, me parece, la tienen perdida, sólo es cuestión de poco tiempo y de pura necesidad de número.
Bien está que el Espíritu Santo ilumine y haga que desde dentro de las estructuras de la ICR se propague la Reforma, como ya ocurrió en el pasado, y que el Evangelio, la Palabra de Dios prime sobre una jerarquía cegada por el culto a la personalidad, la herejía o los intereses de dudoso origen e intenciones.
Quizás nuestro deber sea estar más presentes en el mundo y dar a conocer a tantos y tantos miembros de la ICR que esas reformas que ellos intuyen como necesarias ya son realidad en la Comunión Anglicana.
No se puede dudar, a estas alturas, que la Iglesia Católico-Romana se está especializando en echar a empujones a sus fieles por una inacabable lista de errores y escándalos inadmisibles en quienes se llaman seguidores de Cristo.
José Mª Martínez- Publicado en La Luz Digital