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domingo, 3 de marzo de 2013

Hoja diocesana Nº 696



IGLESIA ESPAÑOLA REFORMADA EPISCOPAL
(Comunión Anglicana)
HOJA DIOCESANA Nº 696
Domingo 3 de Marzo 2013
III Domingo de Cuaresma

 

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" Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo".
Lecturas Bíblicas Dominicales
Profecía:              Proverbio. 20, 17 - 28.
Salmo:                 Salmo 36, 8ª, 11 - 12
Epístola:              1 Juan 1;  5 - 9
Evangelio:           Juan 9, 1 – 38
Profecía: Proverbio. 20, 17 - 28
Sabroso es al hombre el pan de mentira; Pero después su boca será llena de cascajo. Los pensamientos con el consejo se ordenan; Y con dirección sabia se hace la guerra. El que anda en chismes descubre el secreto; 
No te entremetas, pues, con el suelto de lengua.
Al que maldice a su padre o a su madre,
Se le apagará su lámpara en oscuridad tenebrosa. Los bienes que se adquieren de prisa al principio No serán al final bendecidos. No digas: Yo me vengaré; Espera al Señor, y él te salvará. Abominación son al Señor las pesas falsas, Y la balanza falsa no es buena. Del Señor son los pasos del hombre; ¿Cómo, pues, entenderá el hombre su camino? Lazo es al hombre hacer apresuradamente voto de consagración, Y después de hacerlo, reflexionar.  El rey sabio avienta a los impíos, Y sobre ellos hace rodar la rueda.  Lámpara del Señor es el espíritu del hombre, La cual escudriña lo más profundo del corazón. Misericordia y verdad guardan al rey, Y con clemencia se sustenta su trono. 

Salmo 36, 8ª, 11 - 12
Se puede suprimir por un canto

Epístola 1 Juan 1;  5 - 9
Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;  pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
 

Evangelio: Juan 9, 1 –38

Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: 
Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? 
Respondió Jesús: 
No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo. 
Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: 
Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). 
Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo. 
Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: 
¿No es éste el que se sentaba y mendigaba? 
Unos decían: El es; 
y otros: A él se parece. 
El decía: Yo soy. 
Y le dijeron: 
¿Cómo te fueron abiertos los ojos? 
Respondió él y dijo: 
Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: 
Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista. 
Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? 
El dijo: No sé. 
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Y era día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos. 
Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. El les dijo: 
Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo. 
Entonces algunos de los fariseos decían: 
Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. 
Otros decían: 
¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? 
Y había disensión entre ellos. 
Entonces volvieron a decirle al ciego: 
¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? 
Y él dijo: 
Que es profeta. 
Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, y les preguntaron, diciendo: 
¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?.  
Sus padres respondieron y les dijeron: 
Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego;  pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo.  
Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.  
Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.  
Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: 
Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.  
Entonces él respondió y dijo: 
Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.  Le volvieron a decir: 
¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?  
El les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oir; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos? 
Y le injuriaron, y dijeron: 
Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos. Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea. Respondió el hombre, y les dijo: 
Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye. Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego.  Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer. 
Respondieron y le dijeron: 
Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? 
Y le expulsaron. 
Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: 
¿Crees tú en el Hijo de Dios? 
Respondió él y dijo: 
¿Quién es, Señor, para que crea en él?  
Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. 
Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró. 

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