sábado, 30 de marzo de 2013
HA RESUCITADO
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martes, 26 de marzo de 2013
El triunfo de la vida.
Y a vosotros… os dio vida juntamente con él. (Colosenses 2, 13 RVR60)
Iniciamos el período de Semana Santa, uno de los hitos capitales del calendario litúrgico cristiano universal —el más importante, en la apreciación de muchos—, y se impone una reflexión sobre su especial contenido. Obviando el hecho de que en nuestra sociedad secularizada esta época del año carezca por completo de trasfondo religioso y se haya convertido en una simple ocasión más de viajar o visitar otros lugares (para quien pueda permitírselo, naturalmente), en tanto que creyentes, y en nuestro caso concreto creyentes protestantes, estamos llamados a celebrar el recordatorio de aquellos grandes eventos a los que apunta y que han marcado un antes y un después en la Historia de la Salvación.
Entendemos personalmente las celebraciones de Semana Santa como una proclamación de triunfo, no de derrota; de gozo, no de tristeza; y de vida, no de muerte. La pasión y la crucifixión de Cristo, con todo lo que conllevan de tormento y de dolor reales experimentados por el hombre Jesús de Nazaret, implican para nosotros la victoria de la vida. Es cierto que nuestra cultura española —sin olvidar otras del orbe católico—, de forma tradicional ha teñido estas celebraciones de un cierto color tétrico, y así las ha transferido desde hace siglos a otros pueblos hermanos de habla castellana. Una simple ojeada al arte barroco en su conjunto y a las tallas y esculturas que caracterizan los clásicos “pasos” de las procesiones que aún se celebran en ciertos lugares de nuestra geografía, evidencia con creces lo que decimos. La religiosidad popular española ha incidido tanto en las descripciones del dolor y la agonía del Salvador o las lágrimas de la Virgen María por su Hijo muerto (la imagen típica de “La Dolorosa”, particularmente venerada en el ámbito cultural hispánico), que se ha propiciado toda una cultura de muerte, de tormento, de desgarramiento exhibido y paseado al son de una música adecuada, y bien materializada además en los penitentes que acompañan las imágenes por las calles o los flagelantes que aún se autoinfligen ciertos castigos con ocasión de estas fechas ante un público numeroso.
Independientemente de todo el sabor puramente folclórico que estas prácticas hayan podido adquirir en el día de hoy, con el consabido atractivo turístico y el beneficio económico innegable que proporcionan a ciertas localidades, lo cierto es que han modelado toda una mentalidad religiosa a la que no son inmunes los púlpitos evangélicos, mal que les pese. En algunos cultos especiales que tienen lugar durante estos días, suele ser habitual que los oradores se prodiguen en presentar ante sus congregaciones los últimos momentos de la existencia del Salvador como un auténtico baño de sangre, con descripciones a veces rayanas en lo macabro, y que tienen como resultado, quiérase o no, el hecho de que muchos creyentes especialmente sensibles se cuestionen muy seriamente un sistema religioso basado en el sacrificio cruento (¡y además cruel!) de una persona. En una palabra, que se pregunten si el Dios de la Biblia no será en realidad una divinidad primitiva y sádica que se complace en torturar a su propio Hijo para satisfacer una incomprensible sed de sangre, ahíto como pareciera tener que estar de sangre animal ya en el Antiguo Testamento.
Y es que la falta de mesura en la exposición de la Biblia puede resultar contraproducente.
Que las Sagradas Escrituras presentan a Cristo Nuestro Señor como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y como el Cordero inmolado por todos nosotros, es algo innegable. Que el Nuevo Testamento afirma de manera directa e indirecta, por activa y por pasiva, que la muerte de Cristo tiene un valor sacrificial vicario y expiatorio a favor del ser humano caído, es una de las grandes enseñanzas del cristianismo apostólico. Que el Verbo de Dios, Segunda Persona de la Trinidad, se encarna en la especie humana obedeciendo a un plan perfecto y eterno en el que se contempla su muerte como entrega solidaria con el dolor de nuestra especie, de forma que a lo largo de su ministerio es plenamente consciente de ello y se encamina voluntariamente a Jerusalén para ser capturado, torturado y crucificado por sus enemigos, es algo que sólo se podría poner en duda torciendo y distorsionando por completo el sentido de las Escrituras tal como nos han sido transmitidas. Pero que al mismo tiempo el conjunto de la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento, proclaman el triunfo de la vida sobre la muerte y que, especialmente los Evangelios y los escritos apostólicos neotestamentarios, presentan todo el ministerio, la enseñanza y los actos concretos de Jesús de Nazaret como obras de un especial valor salvífico para los creyentes, es también una realidad irrefutable. De igual manera, resulta imposible de obviar el hecho de que el propio Cristo enfoca en su anticipación del final violento de su vida terrenal una victoria absoluta sobre las fuerzas del mal y sobre el poder de la muerte. Los relatos referentes a la pasión y crucifixión de Jesús, de las que, dicho sea de paso, los escritos del Nuevo Testamento nos ofrecen una información más bien somera y casi telegráfica —vale decir, no se describen con profusión de detalles cruentos—, aparecen salpicados en los Evangelios con acciones significativas y palabras pronunciadas por el Señor y dirigidas a unos o a otros en las que brilla la luz sobre la oscuridad, en las que en medio del dolor y la muerte resalta de forma específica el poder regenerador de la vida.
El cristianismo proclamado en el Nuevo Testamento es una religión restauradora, no de destrucción. El Evangelio predicado por Cristo es, y nunca hay que olvidarlo, una Buena Nueva, o sea, buenas noticias, no algo negativo.
Así pues, en esta Semana Santa que ahora iniciamos no ha lugar en nuestros púlpitos para una predicación o una proclama de colores trágicos, de atmósfera de tristeza, deprimente, en la que sólo se llore lo más parecido a una derrota. Semana Santa ha de representar para los creyentes cristianos la victoria de Jesús (¡y la nuestra!) sobre la muerte y sus terrores atávicos, sobre esas fuerzas oscuras y malignas que la Biblia describe como entidades diabólicas y que acechan de continuo al ser humano caído, pero que ahora se muestran sometidas e impotentes ante el triunfo del Cristo de Dios.
El Mesías vino a morir, ciertamente, pero para regresar de nuevo a la vida, para difundir vida y vida eterna.
Feliz Semana Santa.
Autor/a: Juan María Tellería
El pastor Juan María Tellería Larrañaga es en la actualidad profesor y decano del CEIBI (Centro de Investigaciones Bíblicas),Centro Superior de Teología Protestante. Artículo publicado en Lupa Protestante
jueves, 21 de marzo de 2013
Los anglicanos del mundo unidos por la oración
Como Arzobispo Justin Welby se prepara para su inauguración en Canterbury hoy, los 85 millones de miembros de la Comunión Anglicana han sido invitados a orar por él y su ministerio.
La Oficina de la Comunión Anglicana ha emitido hoy una oración para que los anglicanos y episcopales se puedan decir antes de el arzobispo Welby se convierta en el ocupante 105 de la Cátedra de San Agustín.
La confirmación de la elección del arzobispo Welby tuvo lugar en la Catedral de San Pablo en Londres el 4 de febrero pasado. Esa fue una ceremonia relativamente discreta y de carácter legal, mientras que el servicio de hoy incluirá bailarines africanos, música Punjabi, una bendición de Burundi y una importantísima representación de las otras Iglesias cristianas principales de todo el mundo. Esto deja en claro la importancia de la Comunión Anglicana mundial para el Arzobispo de Canterbury, y el impulso hacia la unidad más profunda de todos los cristianos.
La oración por el Reverendísimo y Honorable Justin Welby al ser entronizado como el 105º Arzobispo de Canterbury:
Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo, a través de quien todas las cosas viven, se mueven y tienen su ser, derrama tu Espíritu Santo y los dones infinitos de gracia sobre tu siervo Justin, que se renueve cada día, que te sirva fielmente en los ministerios que se han confiado a él, dando gloria a ti, que con el Padre y el Espíritu, son un solo Dios, ahora y por siempre , por los siglos de los siglos. Amen.
Fuente: Palacio de Lambeth
Edición: Gabinete de Comunicación Iglesia Anglicana de España (IERE)
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martes, 19 de marzo de 2013
El Rvdmo Carlos López estará presente en la entronización del Arzobispo de Canterbury
El Rvdmo obispo diocesano de la Iglesia Española Reformada Episcopal (Comunión Anglicana) D. Carlos López Lozano asistirá el próximo jueves 21 de marzo a la entronización como nuevo Arzobispo de Canterbury del Muy Reverendísimo Justin Welby en la catedral de Canterbury (Inglaterra).
El Rvdmo Carlos López mantendrá una entrevista privada con el nuevo Arzobispo con el fin de trasladarle, entre otras asuntos de relevancia, invitación para que visite la diócesis de España.
Por otra parte este acto será retransmitido por la BBC-2 y les ofrecemos los datos para que puedan verlo a través de internet:
el día de la retransmisión será el próximo jueves 21/03/2013
hora de comienzo las 15:30h. la hora de finalización las 17:30h (horario de España).
El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, no asistirá hoy martes a la misa inaugural del papado de Francisco, dos días antes de su propia entronización como primado anglicano, anunció hoy su portavoz.
Welby, que actualmente está inmerso en el llamado "peregrinaje de oración", un viaje por varias ciudades del Reino Unido, será entronizado como primado anglicano el jueves 21 de marzo en la catedral de Canterbury.
Gabinete de Comunicación Iglesia Anglicana de España (IERE)
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jueves, 14 de marzo de 2013
Declaraciones del Arzobispo de Canterbury y del Secreraio General de la Comunión Anglicana.
"QUE EL AMOR DE CRISTO NOS UNA":
DECLARACIÓN DEL ARZOBISPO EN LA ELECCIÓN DEL PAPA FRANCISCO
El arzobispo de Canterbury, el Arzobispo Justin Welby, ha ofrecido su más cordial bienvenida a la elección del cardenal Bergoglio como el sucesor de Su Santidad el Papa Emérito Benedicto XVI .
La declaración completa:
"Le deseamos todas las bendiciones al Papa Francisco en las enormes responsabilidades que ha asumido en nombre de los católicos-romanos de todo el mundo. "Su elección es también de gran importancia para los cristianos de todo el mundo, no menos entre los anglicanos. Nosotros hace tiempo que hemos reconocido y reafirmado muchas veces, que nuestras iglesias tienen un lugar especial la una junto a la otra. Espero con interés la reunión con el Papa Francisco, para caminar y trabajar juntos para construir sobre el legado constante de nuestros predecesores. Que el amor de Cristo nos unamos, e intensificar nuestro servicio en un ecumenismo genuino y fructífero que puede ser una bendición para el Cuerpo de Cristo en todo el mundo. "El Papa Francisco es bien conocido como un pastor compasivo de estatura real que ha servido a los pobres en América Latina, y cuya sencillez y santidad de vida es notable. Él es un evangelista, compartiendo el amor de Cristo, que él mismo lo sabe. Su elección del nombre Francisco sugiere que él nos quiere llamar a todos de vuelta a la transformación que San Francisco conoció y trajo a toda Europa, impulsado por la contemplación y la cercanía a Dios. "Al comenzar mañana una peregrinación de oración hacia mi propia inauguración como arzobispo de Canterbury el próximo jueves, el Papa Francisco estará mucho más presente en mis propias oraciones, también lo será a lo largo de los próximos meses y años ".
Por otra parte el Secretario General de la Comunión Anglicana ha dicho:
Canon Kenneth Kearon dijo: "Hay millones de anglicanos en todo el mundo se unan a mí en la oración por el Papa Francisco y su futuro ministerio y el liderazgo entre nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia Católica Romana. El simbolismo de la elección de un no- Europeo pone de relieve el cambio del centro del cristianismo mundial. Oramos por él en los muchos desafíos que él y todos los que sirven en posiciones del liderazgo cristiano de hoy ".
Fuente: Anglican Communion News Service
Edición: Gabinete de Comunicación Iglesia Anglicana de España (IERE)
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“FRENTE A LAS DIFICULTADES DE MUCHOS, AYUDA DE TODOS”
La sede del Club Siglo XXI ha acogido este martes en el hotel Eurobuilding de Madrid el encuentro "Frente a las dificultades de muchos, la ayuda de todos", una iniciativa solidaria en el marco del foro de debate Emprendedores 2020.
El acto, moderado por el periodista Fernando Jáuregui y organizado por la ONG Sauce, ha contado con la participación de monseñor Enrique Figaredo, prefecto apostólico de Battambang, Camboya; el Padre Angel, fundador de la Asociación Mensajeros de la Paz y del Banco Solidario; el reverendísimo obispo de la IERE Carlos López Lozano, de la Misión Anglicana de Solidaridad; y Conrado Giménez, de la Fundación Madrina.
El primero en tomar la palabra ha sido Jáuregui, quien ha señalado que hay una forma diferente de emprender sin centrarse de manera exclusiva en el ánimo de lucro, al tiempo que ha anunciado la convocatoria de un foro de ONGs para incentivar las nuevas empresas centradas en la solidaridad en los actuales tiempos difíciles que corren. "Debemos intentar cambiar el mundo porque podemos hacerlo juntos", ha afirmado el periodista.
Por su parte, María José Gómez Rodulfo, presidenta de Sauce, ha pedido la implicación social para cambiar las cosas que no nos gustan, "ya que nunca se han solucionado por sí solos los problemas y necesitamos la implicación de todos para ayudar a aquellos que son menos afortunados para que también creen ellos un futuro mejor". Rodulfo ha señalado, además, que "la suma de energía de muchos puede cambiar la vida de muchas personas y logra crear oportunidades".
Acto seguido ha sido el turno de Conrado Giménez. El presidente de la Fundación Madrina ha querido comenzar su intervención afirmando que el futuro es de la mujer y ha destacado la valentía y el peso de las familias, "las auténticas pymes de un país". Su proyecto versa en torno a la formación y proyección de jóvenes madres para que puedan salir adelante sin medio más allá del embarazo.
Giménez ha relatado a los asistentes al encuentro su experiencia de vida y de amor a través de la Fundación en España y en otros países con madres y niños con serias dificultades e impactantes historias personales.
Tras él, ha compartido su testimonio con los presentes el obispo Rvdmo. Carlos López Lozano, de la Misión Anglicana de Solidaridad, quien ha desmenuzado el programa de ayuda que desarrollan en Madrid, Móstoles, Oviedo, Sevilla, Barcelona, Valladolid o Zamora, entre otras ciudades españolas, gracias al cual se repartieron cerca de 4.500 toneladas de comida a la semana. Sin embargo, la labor de su organización también incluye la educación y tutelaje de jóvenes, voluntariado de adolescentes y adultos, así como asesoría legal para aquellos que más la necesitan.
También ha tomado la palabra el padre Ángel, fundador de Mensajeros por la Paz y principal impulsor de esta jornada, quien, en una breve intervención, ha afirmado que "nunca ha habido tanta solidaridad como hasta ahora" y que está convencido "de que las generaciones venideras se encontrarán un mundo mejor al que recibimos nosotros porque de lo contrario se nos caerá la cara de vergüenza".
Además, ha llamado la atención sobre la cifra de jóvenes que se inscribe en un partido político, el 3 por ciento, como contrapunto a la de los que se apuntan a ONGs, el 32 por ciento.
Por último, ha sido monseñor Enrique Figaredo el encargado de cerrar la jornada señalando que en determinadas partes del planeta, como Camboya, donde el desarrolla su labor, la crisis es permanente. "Nosotros hemos vivido la guerra, la pobreza, el hambre, etc., siempre hemos estado en crisis, algo que no nos tiene que hacer parar sino todo lo contrario".
Monseñor Figaredo ha compartido con los asistentes sus décadas de valiosa labor solidaria en el sudeste asiático con los más necesitados, desde los pobres a los afectados por las minas antipersona."La solidaridad no es una moda, es una vocación; nosotros ofrecemos algo y ahora no tenemos capacidad de acogida para tanta gente que quiere ayudar", ha apuntado.
Fuente: elimparcial.es
Edición: Gabinete de Comunicación Iglesia Anglicana de España (IERE)
¿Reformar la iglesia o la iglesia reformada?
Escribo estas líneas en el momento que suenan las campanas y el humo blanco de la “fumata” anunciando la elección del nuevo papa. Estuve en la mañana ordenando las notas para este artículo que deseo compartir exactamente para este momento histórico. Escribo como pastor y teólogo protestante, y es desde esa tradición que deseo compartir mis reflexiones.
El tema central que quiero exponer, en base a la pregunta que titula este artículo, resalta la tensión dinámica entre lo que se entiende por “reformar o renovar”, que sería en síntesis la perspectiva católico-romana, como fue planteada particularmente en el Concilio Vaticano II (1962-1965), la discusión que suscitó y las cuestiones que todavía provoca. Por otro lado, planteo lo que han sido históricamente las posturas protestantes desde el arranque de la reforma protestante del XVI hasta nuestros días. Destacamos el análisis de algunos teólogos protestantes y católicos prominentes, con la sola pretensión de comunicar las preocupaciones legítimas que plantean, sin afán polémico.
En las últimas semanas hemos estado escuchando a periodistas, líderes religiosos de distintas confesiones, y no pocos jerarcas católico-romanos, mencionar la frase “ecclesia reformata, semper reformanda”. En realidad este concepto fue enarbolado por teólogos de la llamada tradición reformada originada con la reforma de Ulrico Zuinglio y Juan Calvino. Martin Lutero enfatizó lo que muchos han denominado el “principio protestante”.
Los reformadores clásicos Lutero, Zuinglio y Calvino, y el movimiento de la reforma radical que incluyó a líderes como Menno Simons y Tomás Muntzer, todos promulgaron un principio fundamental que concibe a la iglesia como la presencia viva de Cristo a través de su palabra, el evangelio. Allí donde el evangelio es proclamado Cristo está presente y donde Cristo está presente la iglesia existe. Lutero incluso insistió en la viva vox evangelii como señal de esa existencia y presencia por la palabra y el sacramento. Calvino subrayaba que donde la palabra es predicada y los sacramentos administrados, por el testimonio del Espíritu Santo, Cristo está presente. [1]
El “principio protestante” fue ampliamente expuesto por el teólogo luterano Pablo Tillich. Su libro La era protestante (cuya versión original en inglés data de 1948) exponía este concepto como un principio crítico que pasaba juicioso, en tesitura profética, sobre las propias formas en que el protestantismo se institucionalizaba y olvidaba su germen de protesta y desinstalación. Tillich lo expresó sucintamente así:
El principio protestante es juez de toda realidad religiosa o cultural, incluyendo la religión y la cultura que se denominan a sí mismas ‘protestantes’. [2]
El teólogo católico José M. Gómez–Heras, plantea que el protestantismo clásico, y particularmente Martin Lutero, asume el principio protestante en una dimensión dialéctica entre el sí evangélico y el no protestante. En esa tensión la reforma protestante intenta articular su crítica al catolicismo del siglo XVI y la búsqueda de una verdad evangélica basada en la Palabra y en la centralidad de Jesucristo como manifestación plena de la buena noticia, en la justificación por la fe en la gracia.[3] El teólogo católico latinoamericano Juan Luis Segundo reaccionaba a la propuesta de Tillich escribiendo que ”el llamado por Tillich ‘principio protestante’ no es en realidad otra cosa que el principio cristiano a secas”. [4]
Jaroslav Pelikan, historiador y teólogo, formuló la distinción destacando lo que él llamó “la sustancia católica y el principio protestante”, destacando que en Martin Lutero existe una afirmación de la “catolicidad de la iglesia” como una de sus notas o marcas distintivas.
Hay que recordar que la reforma wesleyana, que promovió Juan Wesley, surge en la Iglesia de Inglaterra (Anglicana) como una búsqueda de lo que el propio Wesley en todos sus sermones y escritos resaltó como el “espíritu católico”. [5] Juan Wesley era un “evangélico católico” que cultivó las tradiciones clásicas del cristianismo desde los Padres del Desierto hasta los místicos españoles en la afirmación de una visión renovada, que enfatizó en la doctrina de la santificación, con espíritu ecuménico. [6]
El principio “ecclesia reformata, semper reformanda” proviene originalmente de la llamada tradición de iglesias reformadas, particularmente de la tradición reformada en Holanda, que como “segunda reforma” en el siglo XVII insiste que la iglesia debe constantemente examinarse y renovarse en la autenticidad de la doctrina evangélica y su práctica pastoral. El intento es desacralizar y advertir todo elemento de idolatría en la iglesia y la sociedad.
El eminente historiador de la Reforma Protestante, Wilhem Pauck lo destacó así:
Los protestantes siempre han reconocido que la situación histórica concreta en la cual se encuentran es donde se la ha de rendir obediencia a Dios, pero al mismo tiempo, su espíritu profético les ha movido a criticar, en el nombre de Dios, todo intento de otorgarle a cualquier logro histórico un carácter permanente y a considerarlo sacro por su alegada permanencia…[Así,] han mostrado un gran ánimo para las reformas religiosas cuando una tradición histórica, particularmente una eclesiástica, amenaza con convertirse en un fin en sí. [7]
El factor profético se subraya como complemento en obediencia a Dios, relativizando los procesos históricos sin que pierdan sus densidad e importancia. En ello las propias iglesias protestantes deben asumir este reto en constante conversión y renovación.
Hay que recordar que el papa Juan XXIII al convocar el Concilio Ecuménico Vaticano II insistió en el principio del “aggiornamento”, la puesta al día de la iglesia para enfrentar los retos de la modernidad y la búsqueda de estructuras eclesiásticas pertinentes en el siglo XX. La iglesia debía renovarse, abrirse al mundo y la sociedad moderna con renovado espíritu, para servir mejor, incluyendo el ser una “iglesia de los pobres”, como el propio Juan XXIII lo predicó en 1962.
La otra tensión importante es la que existe entre la institución y el Espíritu. Esa tensión ha existido siempre en la vida de la iglesia desde el Nuevo Testamento hasta hoy. Para las iglesias reformadas esa dinámica ha sido muy importante. Ello significa que la reforma de la iglesia no es un mero trámite burocrático-institucional, ni una operación administrativa que busca la eficiencia. Es vivir en la impronta de la fuerza del Espíritu que dirige, ayuda a discernir y plantea nuevas maneras de responder al Evangelio. La iglesia debe articular su vida litúrgica, su doctrina, su ministerio y su misión en la Misión de Dios y no en su propio proyecto institucional.[8]
La tradición pentecostal insiste en la dimensión renovadora del Espíritu Santo y su llamada a la libertad para los y las creyentes y la comunidad de fe. La iglesia vive a la expectativa del factor sorpresa que la renueva, la anima y la equipa para discernir su vida y misión por los dones del Espíritu. [9]
Debemos recordar aquella sabia distinción que hiciera el teólogo reformado Oscar Cullmann cuando señalaba que parte de lo que podemos aprender de la iglesia primitiva en mantener en tensión creativa lo institucional y lo carismático. Cullmann lo denominó “la libertad del Espíritu y la disciplina litúrgica”. [10]
En este instante que intento finalizar este breve artículo se anuncia la elección del Cardenal Arzobispo de Buenos Aires, Argentina, Jorge Mario Bergoglio, como el Papa Francisco I. Las primeras reacciones son de sorpresa y entusiasmo. Nos ha recordado al Papa Juan XXIII. Ojalá se deje guiar en una dirección de renovada visión para la Iglesia. Le deseamos una gestión pertinente y adecuada para estos tiempos aciagos en las iglesias y en el mundo.
Al final del día la iglesia debe caminar hacia el reinado de Dios y cumplir su Misión en el mundo. Esa es la verdadera motivación de una “ecclesia reformata, semper reformanda”.
¡Ven espíritu, renueva toda la creación! ¡Renueva las iglesias!
Carmelo Álvarez – 13 de marzo de 2013
[1] Carmelo Álvarez, El ministerio de la adoración cristiana: Teología y práctica desde la óptica protestante (Nashville: Abingdon Press, 2012), 37-44.
[2] Paul Tillich, La era protestante, trad. por Matilde Horne (Buenos Aires: Editorial Paidós, 1965), 246.
[3] José M. Gómez-Heras, Teología Protestante. Sistema e historia (Madrid: BAC, 1972), 3-50.
[4] Juan Luis Segundo, El dogma que libera (Santander: Sal Terrae, 1989), 308.
[5] Justo L. González, Juan Wesley: Herencia y promesa, (Hato Rey, Puerto Rico: SEPR-Publicaciones Puertorriqueñas, 1998), xi.
[6] Albert C. Outler, Teología en el espíritu wesleyano trad. por Emmanuel Vargas Alavez (Nashville: Abingdon Press, 2006), 43.
[7] Citado en Richard Shaull, La Reforma y la Teología de la Liberación trad. por Ashton J. Brooks(San José: DEI, 1993), 68
[8] Hendrikus Berkof, La doctrina del Espíritu Santo trad. por José Míguez Bonino (Buenos Aires: La Aurora, 1964), 45-70.
[9] Carmelo Álvarez, ed. Pentecostalismo y liberación (San José: DEI, 1992).
[10] Citado en Carmelo Álvarez, Celebremos la fiesta: Una liturgia desde América Latina (San José: DEI, 1986), 65.
Autor/a: Carmelo Álvarez
Carmelo Álvarez, misionero y profesor de la historia del cristianismo. Es conferencista y asesor teológico como consultor en educación teológica en Latinoamérica y el Caribe, nombrado por la Junta de Ministerios Globales de la Iglesia Cristian (Discipulos de Cristo) y la Iglesia Unida de Cristo en Estados Unidos. Fuente: Lupa Protestante.
lunes, 11 de marzo de 2013
''De la monarquía absoluta a la República en el Vaticano” '''De un Pontífice a dos Cónsules''
José María Martínez - Tengo que reconocer que en algunas ocasiones es muy difícil sustraerse al discurrir de la historia: estamos siendo testigos en estos días, unos con mayor desazón que otros, a lo que ocurre en el Vaticano. La organización político-religiosa que sustenta dicho Estado, la Iglesia Católico-romana , se va a enfrentar, tras muchos siglos, a la presencia de dos papas entre sus muros.
Que quieren ustedes que les diga, a mí me recuerda esto al paso de la monarquía romana (hablo de los tiempos de la Roma clásica) a la República Romana que tanto defendió Cicerón. Fue tal el odio que el pueblo de Roma cogió a los reyes que jamás volvieron a proclamar uno, emperadores sí pero reyes no.
La República tuvo una figura llamada Cónsules y eran en un principio dos (comprenderán que estoy resumiendo muchísimo aquel asunto tan complejo); herederos de aquella fórmula de gobierno sólo queda que yo sepa la República de San Marino, república parlamentaria regida por dos Capitanes Regentes.
Bien, pues con la renuncia de Benedicto XVI vamos a asistir en los próximos días a la elección de otro obispo de Roma estando vivo aún el anterior, hecho insólito donde los haya, que va a poner en tensión la maquinaria vaticana, los grupos de poder, las relaciones de la curia etc...
Para empezar ya ciertos teólogos dudan de que la infalibilidad (ese anacrónico dogma tan romano sobre el papa) del pontífice pueda perderla Benedicto por el sólo hecho de la renuncia o con el rayado de su anillo; parecería, en tal caso, que el Espíritu Santo esté a las órdenes del colegio cardenalicio y no a
Es muy probable que los grupos que apoyan a Benedicto, pese a su renuncia, miren hacia él cuando no guste algunas de las decisiones, que sí o sí, deberá tomar el nuevo pontífice sobre los asuntos tan graves que atormentan la vida vaticana y a los que Ratzinger no ha tenido fuerzas o no ha podido hacer frente.
Por otra parte perece que estemos asistiendo a una profunda transformación en el pensamiento teológico de Ratzinger, ya Papa Emérito, dado que en más de una ocasión en los últimos días ha recordado que la cabeza de la Iglesia pertenece a Jesucristo, cosa nada baladí viniendo de quien viene tal aseveración. Sé que para nosotros los protestantes y los evangélicos esto es una verdad asumida pero no tanto para quienes consideran -¡ni más ni menos!- ''vicarios'' de Cristo en la tierra a los papas romanos.
Sinceramente espero, y celebraremos, que Ratzinger se convierta al cristianismo, aunque mucho me temo que nunca podamos saberlo con exactitud, pero no sé por qué me da la nariz que algo pasa por la cabeza de ese hombre.
Por estas y muchas otras consideraciones que sería demasiado prolijo destacar aquí ahora es por lo que digo que la Iglesia Romana transita hacia el republicanismo con sus dos cónsules, aunque en principio parezca que uno mande más que el otro (tiempo al tiempo). En el futuro pueden pasar dos cosas; una que se vaya camino del imperio con el retorno al más tradicional cesaropapismo o bien a un cambio de actitud en relación con el papado, reconvirtiendo a esta figura en un arzobispo primado más, abandonando toda pretensión de primacía mundial sobre la Iglesia; aunque no creo que tal cosa la vean nuestros ojos. La persistencia en el error siempre ha sido parte intrínseca de la historia vaticana.
Me queda sólo animar a los católicos romanos a que, como ya hace Ratzinger, Papa emérito, reconozcan la primacía de Cristo en la Iglesia y -tanto a uno como a los otros- que la Verdad está contenida sólo en las Escrituras. Dando con ello público testimonio de la razón a las doctrinas fundamentales de la Reforma: sola Fe, sola Escritura, sola Gracia, el sacerdocio universal de los creyentes y el firme propósito de hacerlo todo para la gloria de Dios.
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Modernidad y premodernidad en el Vaticano
En el Vaticano conviven hoy dos tendencias no fácilmente armonizables: la espectacular representación de la dimisión y despedida del Papa, y el funcionamiento premoderno de la institución eclesiástica. Es lo que llamaría el filósofo de la esperanza Ernst Bloch la “no-contemporaneidad”. Lo estamos viendo y viviendo estos días, y lo seguiremos comprobando hasta que se produzca la elección del nuevo Papa.
La dimisión, contra todo pronóstico, y la despedida, producida con gran celeridad, han contado con un estética impecable, diseñada por el propio papa hasta los mínimos detalles: el nombre a dar al dimisionario, el tratamiento a recibir, la ropa a vestir, los zapatos a calzar, el servicio femenino por el que va a ser atendido, el juego de luz de la despedida del atardecer del 28 de febrero con el helicóptero sobrevolando la cúpula del Vaticano, las decenas de miles de personas despidiendo al papa en la plaza de san Pedro, las miles de personas para recibirlo en Castelgandolfo a su llegada.
Era lo más parecido a la despedida en vida de una estrella. Todo un espectáculo transmitido en directo donde nada desentonaba. El diseño fue perfecto con los medios técnicos más modernos, sin reparar en costes económicos. Pareciera que la crisis que azota a la sociedad italiana se hubiera detenido en el Vaticano y no le afectara. A todo esto cabe añadir la impresión de la gente más crédula que decía ver en el helicóptero sobrevolando el cielo romano el revoloteo del Espíritu Santo por la cúpula del Vaticano asistiendo a la Iglesia en sede vacante. ¡La tercera persona de la Santísima Trinidad, no en forma de paloma sino a modo de helicóptero: el extremo de la posmodernidad!
Esta representación contrasta con la premodernidad del Vaticano -cuyo reloj pareciera haberse detenido en el Medioevo-, que se manifiesta en la organización, la doctrina y la moral de la Iglesia católica, que es la monarquía más longeva de la historia. Ella conserva intactas las estructuras del Antiguo Régimen con un dirigente que detenta el poder absoluto, tiene el título de Vice-Cristo y está investido de un atributo que ningún otro poderoso ha osado reclamar: la infalibilidad. Tiene carácter estamental: clérigos-laicos, jerarquía-pueblo cristiano, Iglesia docente-Iglesia discente. Posee una estructura patriarcal: las mujeres no son consideradas sujetos morales ni eclesiales; a ellas no se les reconoce capacidad para ejercer funciones sacerdotales y directivas, alegando para ello que esa fue la voluntad de Cristo al “fundar la Iglesia”.
La mejor representación de la premodernidad de la Iglesia católica es la institución del cónclave: 115 príncipes de la Iglesia, nombrados por los dos papas anteriores, elegirán al “Vicario de Cristo”. No creo que, con esa forma de elección, el nuevo papa se considere representante de los cerca de 1200 millones de católicos de mundo. Si quiere serlo deberá cambiar las normas de elección e iniciar un proceso de democratización de la Iglesia desde abajo. De lo contrario sólo representará a los 115 que lo han elegido. Y esa me parece una representación muy exigua para lo numerosa que es la Iglesia.
El Periódico de Catalunya, 9/03/2013
Autor/a: Juan José Tamayo
Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de "Invitación a la Utopía. Estudio histórico para tiempos de crisis" (Trotta, 2012).
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Dime qué y cómo lees… y ya te diré (3ª y última parte)
El que lee entienda. (San Marcos 13, 14 RVR60)
Con esta reflexión de hoy, ponemos el punto final al asunto que hemos venido tratando desde hace ya dos semanas y con el que expresábamos nuestra preocupación más profunda por una realidad que no podemos ignorar: el hecho de que el pueblo evangélico de nuestras latitudes ha perdido una de sus otrora características distintivas, la cultura que otorga el hábito de leer y leer correctamente.
Puesto que en los dos artículos previos habíamos dedicado nuestra atención al asunto de la lectura y comprensión de la Santa Biblia, vamos a concluir hoy con una cuestión importante a la que apuntábamos también en su momento, que consiste en esas otras lecturas con las que un número creciente de miembros de nuestras iglesias se alimenta, libros esencialmente religiosos, supuestamente de temática cristiana y evangélica, pero que definíamos literalmente como “obras de muy escasa calidad, una literatura de tipo panfletario que, lejos de formar, en realidad deforma y embota; que en vez de nutrir, atrofia e inhabilita; en una palabra, que conforma una mentalidad sectaria y anticultural, de ghetto, de grupo cerrado y, a la larga o a la corta, marginal”. No queremos con ello, ni mucho menos, pretender que el conjunto de los creyentes consuma obligatoria y necesariamente trabajos de esmerada exégesis, comentarios bíblicos editados para especialistas o manuales de dogmática redactados básicamente para estudiantes de seminario o profesores de la materia. No todo creyente está llamado a ser forzosamente un teólogo o un exegeta, desde luego. Nos hacemos eco tan sólo de la inquietud expresada desde hace ya algunos años por figuras relevantes del panorama evangélico nacional, que vienen observando con cierta desazón cómo una ola de fundamentalismo y de crasa ignorancia escriturística pareciera anegar congregaciones enteras con sus pastores o dirigentes incluidos, de la mano de devocionales, guías de lectura y cierta clase de libros que, so capa en ocasiones de una gran erudición (¡a la violeta!), únicamente vierten fanatismo y superstición. No es de extrañar, en tal caso, que creyentes de nuestras iglesias bien formados y con cierto nivel cultural se decanten para su lectura religiosa personal por obras católicas de elevada espiritualidad y buen conocimiento de la Biblia, que cada vez son más abundantes, rechazando al mismo tiempo la gran profusión de publicaciones netamente evangélicas, pero de contenido muy inferior.
¿Qué está ocurriendo?, cabría preguntarse. Y también: ¿hay solución?
Vaya de entrada que de ninguna manera consideramos que el consumo de libros de espiritualidad católica fundamentada en la Biblia sea en sí algo negativo. Los creyentes, de la denominación que seamos, estamos llamados a seguir el consejo paulino de examinarlo todo y retener lo bueno. De hecho, hay mucho de bueno para retener en las obras divulgativas sobre las Escrituras editadas por los católicos y por los cristianos orientales, especialmente los ortodoxos rusos, por poner un ejemplo conocido. La cuestión no está ahí, sino en el hecho de la saturación del mercado evangélico por un tipo de libelo agresivo y condenatorio para todo el mundo difundido hasta el exceso, que amparándose en una muy cuestionable interpretación de ciertos libros proféticos de corte apocalíptico, viene conformando una mentalidad esencialmente catastrofista y escapista, por un lado; o cimentándose en una supuesta moral cristiana mal entendida, por el otro, disemina una imagen altamente negativa del mensaje de Cristo y lo rebaja a niveles de un puro fariseísmo acusador, una religión de apariencias (¡por desgracia demasiado evidente!) que sólo puede generar en quienes la profesen de esta manera un estado de permanente desazón e inseguridad, de culpabilidad cruel desprovista de la Gracia restauradora del Evangelio. Si a ello unimos la cantidad ingente de panfletos que circulan por las librerías y los estantes de muchas capillas, en los que se narran “experiencias espirituales” o “testimonios” que disimulan mal estados de grave perturbación mental y que no tienen nada que envidiar a muchas de las “historias de santos” que se cuentan en algunos pueblos o a narraciones puramente fantásticas, ¿nos extraña que a ciertos niveles se catalogue el mundo evangélico dentro de las sectas peligrosas y destructivas? ¿Nos sorprende que en ocasiones se haya acusado gravemente a “pastores” y dirigentes de congregaciones evangélicas de haber deshecho a personas y familias enteras?
El ser humano desarrolla su mente a través de lo que vive y experimenta, sin duda, pero también a través de lo que lee. No es lo mismo nutrir esa parte tan delicada de nuestro ser con obras de calidad que con basura. Ningún padre o madre de familia como Dios manda se contentará con alimentar a sus hijos a base de caramelos y latas de Coca-cola. Procurará sustentarlos convenientemente de acuerdo con sus posibilidades.
El mundo protestante ha producido desde la Reforma buena literatura en todos los idiomas de Occidente, el nuestro incluido; obras de profunda espiritualidad evangélica bien cimentada en una lectura correcta de la Palabra de Dios, amén de comentarios bíblicos o ensayos sobre temas concretos siempre con una finalidad divulgativa, es decir, compuestas a un nivel aceptable, pero al mismo tiempo accesible al gran público. Durante siglos la literatura religiosa protestante no especializada, no exclusiva para teólogos, ha formado y educado a los creyentes dándoles esa pátina de cultura de que otrora disfrutaban en países como el nuestro y pese a las circunstancias adversas. El secreto no ha sido otro que una comprensión adecuada de los principios del Evangelio de Cristo y un saber responder con inteligencia a las necesidades reales de la sociedad del momento. Nos preguntamos sinceramente si toda la maraña literaria que hoy atesta los anaqueles de nuestras librerías comprende realmente la Buena Nueva de Jesús de Nazaret y, no si responde a los retos del mundo actual, sino si tan sólo sabe comprenderlos.
Ni los creyentes necesitamos escapismos mentales fáciles que nos dispensen de nuestro compromiso con el mundo en que vivimos en la idea de que todo va a ser destruido ya, ahora, porque “las señales de los tiempos ya se están cumpliendo y el fin está a las puertas”, ni podemos vivir de espaldas a unas realidades sociales que nos desafían de continuo y nos exigen, no ya una respuesta, sino simplemente un diálogo; no una condenación tajante de entrada, que cierra de golpe todas las puertas, sino una capacidad de comunicación permanente. La Iglesia de Cristo estará mejor pertrechada para difundir su mensaje cuantas más vías de acceso sepa abrirse en medio de una sociedad como la nuestra.
Finalmente, y no lo olvidemos, las palabras de Jesús en San Mateo 5, 13-16 nos instan a ser luz, no tinieblas; nos conminan a ser sal, no algo insípido y desabrido.
Cumplamos con nuestro cometido procurando alimentar nuestro espíritu con lecturas que valgan la pena.
Autor/a: Juan María Tellería
El pastor Juan María Tellería Larrañaga es en la actualidad profesor y decano del CEIBI (Centro de Investigaciones Bíblicas),Centro Superior de Teología Protestante. Fuente: Lupa Protestante
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sábado, 9 de marzo de 2013
''Los otros mártires''
Marta Velasco presenta en “Los otros mártires” la odisea de las religiones minoritarias en España
(Fuente: Periodistas-es – Manuel López) “Al fin, un actor/autor desvela la intrahistoria”. Así titulé el texto de presentación que el profesor Máximo García Ruiz me pidió para su obra La libertad religiosa en España. Un largo camino.* Esto ocurría en 2006, 30 años después de la publicación de La España Protestante. Crónica de una minoría marginada (1937-1975)**, obra de la que soy autor y cuyo único mérito, de haberlo, consiste en que se encuadra en el tiempo justo en medio de los dos periodos históricos en que fueron escritos y publicados los dos libros de obligada referencia sobre el tema, uno en plena Dictadura, Defensa de los protestantes españoles***, de Juan Antonio Monroy, y otro ya en plena Democracia, La España Evangélica, ayer y hoy, de José María Martínez****.
¿Todo dicho, pues, sobre el tema de la discriminación religiosa en España al hilo de la memoria histórica? En modo alguno. Hay muchas historias que investigar, desvelar, documentar y contar, y toda iniciativa editorial en este sentido no merece sino todo tipo de parabienes. Viene esta larga introducción a cuento de la publicación por Akal, con la colaboración dela Fundación Pluralismo y Convivencia y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, de Los otros mártires. Las religiones minoritarias en España desde la Segunda República hasta nuestros días,***** de Marta Velasco.
“Reconocer a quienes han protagonizado una lucha en cualquier ámbito es imprescindible para aceptar lo que nos constituye como sociedad”, recuerdan los editores, para añadir que “gracias a esa resistencia todas las personas que viven actualmente en España, incluidas las que no profesan ninguna religión, pueden gozar plenamente de sus derechos civiles.”
Ahí estamos. Los otros mártires recuerda historias ya conocidas y recuerda algunas inéditas de quienes han sido silenciados durante décadas por las imposiciones sociales, culturales y políticas de los vencedores de la Guerra Civil Española. Una realidad que, como nadie ignora, estuvo marcada por la negación y persecución de cualquier diferencia; porque para el franquismo la “españolidad” se basaba especialmente en tres elementos inamovibles: una única religión, la católica; una cultura única, la castellana; y, finalmente, en una única ideología, la nacionalcatólica.
Este libro es el resultado de la investigación sobre memoria histórica y libertad religiosa que ha llevado a cabo Marta Velasco, licenciada en Historia, y colaboradora en varios proyectos relacionados con la recuperación de la Memoria, y de la colaboración entre la Fundación Pluralismo y Convivencia y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.
El hecho de que la edición haya sido obviamente apresurada, probablemente por aquello de la prevención de que los recortes del Gobierno afectaran también –como así ha sido en un 60%– al presupuesto de la Fundación Pluralismo y Convivencia– deja, como todo lo negativo o que “necesita mejorar”, tres aspectos positivos de “progresa adecuadamente”: uno, que el libro está editado, y es una obra actualizada de información sobre otras confesiones que también son iglesias además de “la” Iglesia (Católica); dos, presenta el testimonio de personas y colectivos que han participado en la pugna por el derecho a vivir y demostrar públicamente su pertenencia a una entidad religiosa minoritaria; y por último, tres, ofrece exhaustiva documentación histórica con numerosos documentos facsímiles “que posibilitarán al lector el acceso directo a las fuentes de información, sin interpretaciones ni mediaciones, a algunos hechos que son parte de nuestra historia común, y no simplemente la de los creyentes de las diferentes confesiones”.
El otro aspecto positivo: el deseo de que esta edición circule… y se agote pronto, al objeto de que una próxima edición revisada haga plena justicia al aserto “Mejorando lo presente”, habida cuenta de que, aun con sus aspectos mejorables –fuentes documentales, testimonios, bibliografía y un mayor reconocimiento a los precursores de la libertad religiosa en España: el ministro Fernando María Castiella y el secretario ejecutivo de la Comisión de Defensa Evangélica José Cardona Gregori– Los otros mártires es un libro absolutamente recomendable.
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* Máximo García Ruiz, Libertad religiosa en España. Un largo camino. Prólogo de Juan Luis Rodrigo. Presentación de Manuel López. Consejo Evangélico de Madrid. Madrid, 2006.
** Manuel López. La España Protestante. Crónica de una minoría marginada (1937-1975). Prólogo de José María Díez-Alegría. Sedmay, Madrid, 1976.
*** Juan Antonio Monroy. Defensa de los protestantes españoles. Luz y Verdad, Tánger, 1959.
**** José María Martínez. La España evangélica, ayer y hoy. Clie, Terrassa, 1994
***** Marta Velasco. Los otros mártires. Las religiones minoritarias en España desde la Segunda República hasta nuestros días. Fundación Pluralismo y Convivencia y Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Foca Investigación. Ediciones Akal, Madrid, 2012
Autor/a: Manuel López
Manuel López es periodista, fotógrafo, profesor de Comunicación e Imagen y consultor de prensa. Editor adjunto de "Periodistas en Español" (www.periodistas-es.org). Bautista. Miembro de Cristianos Socialistas. / Fuente: Lupa Protestante
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