“El mal anida en el corazón del hombre”, dijo el predicador. Y ahí se detuvo. Luego se pudo saber que lo que la parroquia educadamente en silencio esperaba -no era la primera vez que tal cosa decía el párroco- era que algún día se atreviese a añadir que el mal anida en el corazón del hombre… malo.
Pero a lo más que llegará a corregirse el predicador será cuando, en un considerable gesto de modernidad, sustituya “hombre” por “ser humano”.
Puro maquillaje, pues el sujeto que recibe la acción del verbo en la inconclusa oración continúa huérfano de adjetivo: el mal anida en el corazón de… los individuos malos, la mala gente.
A todo esto, no hace falta ser un genio de la gramática, mucho menos de la homilética y no digamos de le teología antropológica para colegir que usureros, tramposos, corruptos, traficantes, mafiosos, etcétera, pues tan contentos por la ayuda eclesiástica.
Dar a entender que el desahuciado que acaba tirándose por la ventana cuando llega la policía a echarle a la calle es “mala gente” es probablemente el más mortal de los pecados imaginables.(1)
Por si alguien pudiera albergar alguna duda, más claro que el agua está que los “hombres de negro” de los siniestros templos del dinero al mandado de los emperadores de ”los mercados” sintonizan de pleno con los otros hombres de negro de los, pongamos, oscuros despachos eclesiásticos.
Ya solo nos faltaba que los hombres de negro de la religión inviten a sus colegas de negro de la usura bancaria a que nos den la homilía…
Señor, ten piedad de nosotros.
…
Publicado en el blog del autor en “Periodistas en Español” (www.periodistas-es.org) el 3 de enero de 2012
Un texto lleno de sensatez.
ResponderEliminar