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sábado, 25 de mayo de 2013

“Something is Rotten in the State of Denmark”


…la verdadera forma de adorarlo (Romanos 12, 1. NTV)
“Algo huele mal en Dinamarca”, decía el príncipe Hamlet a su amigo y confidente Horacio en el acto primero de la inmortal tragedia shakesperiana que lleva su nombre. Y la lectura del resto de la obra nos evidencia que así es en efecto. Quienes conocen esta magistral pieza de la literatura, no ya inglesa, sino universal, pueden certificarlo. Muere el noble y generoso príncipe Hamlet, muere su amada Ofelia, muere el rastrero cortesano Polonio, muere el rey asesino, adúltero, incestuoso y usurpador… Como se suele decir popularmente, “muere hasta el apuntador”. Pero no pretendemos con esta reflexión hacer un repaso del contenido de esta obra de arte, ni siquiera de la situación actual del reino de Dinamarca, sea cual fuere. Simplemente queremos llamar la atención a algo que también huele mal, realmente mal, a podrido (el significado más literal del adjetivo inglés rotten), pero en la Iglesia actual, o por circunscribirlo un poco más, en nuestras iglesias evangélicas de hoy, tanto las de nuestro país como las de otras tierras. Algo que, de no ponerse el remedio adecuado, acabará con ellas —hay quienes advierten que lo está haciendo ya de forma imperceptible para muchos, pero no por ello menos insidiosa y efectiva—, y que es tan frecuente y tan consuetudinario como el culto dominical.
¿Qué significado real tiene el culto del domingo en la vida de la Iglesia en tanto que comunidad de creyentes? O dicho de otra manera, “¿para qué sirve?”, ¿cuál es su verdadera razón de ser?
En primer lugar, el culto dominical es un recuerdo permanente del hecho capital que ha supuesto el zénit de la Historia de la Salvación, es decir, la Resurrección de Cristo. Desde el primer momento, la Iglesia entendió la necesidad de los creyentes de rememorar aquel acontecimiento que, aun siendo a-histórico (algunos incluso lo designan como meta-histórico), hizo sin embargo dar un giro de 180º a la historia universal y abrió para siempre la Era de la Gracia, la Era de la Salvación, la Dispensación de la Plenitud del Propósito Divino para nuestra especie humana caída. De ahí que los servicios cúlticos cristianos no puedan entenderse ni como continuación de los sabáticos sinagogales propios de los judíos, ni siquiera como una especie de sublimación o quintaesencia de los rituales levíticos del antiguo Templo de Jerusalén y su particular calendario litúrgico. El culto cristiano representa algo completamente diferente, un punto y aparte, un “borrón y cuenta nueva”. Por decirlo de manera contundente y con una expresión muy bíblica: un nuevo comienzo. Pretender, por tanto, que la adoración tributada en nuestras iglesias no sea sino un eslabón más de una cadena que se retrotraiga a los tiempos de los antiguos profetas hebreos, del mismo Moisés o de los patriarcas (¡incluso los antediluvianos!), significa desconocer el sentido que los escritos neotestamentarios le atribuyen. Peor todavía, implica despojarlo de su verdadero significado en el conjunto de la Historia de la Salvación.
En segundo lugar, y como consecuencia lógica, el culto dominical constituye el momento específico en el que la comunidad de los creyentes se encuentra como tal con el Señor Resucitado. La presencia de Jesús es permanente en la vida de la Iglesia y de cada uno de sus componentes, vale decir, no se ciñe a un día o unas horas determinadas: nuestro Salvador nos acompaña a lo largo de toda nuestra existencia de forma totalmente personal y mantiene con cada uno de nosotros una particular vinculación estrictamente privada, pero ello no obsta para que protagonice una especialísima manifestación comunitaria en el culto. La noción neotestamentaria de la Iglesia, que es por definición paulina “el cuerpo de Cristo”, y donde cada creyente somos miembros unos de otros, no es compatible con el individualismo exagerado que hoy impregna el mundo evangélico y que reduce el cristianismo a una “experiencia puramente personal con Dios” que llega a alcanzar en algunos casos tintes claramente patológicos. El creyente no puede ser una isla en sentido absoluto ni puede tampoco centrar en sí mismo la noción de iglesia en exclusiva. En el lenguaje del Nuevo Testamento no tiene cabida la expresión “yo soy la Iglesia” que en ocasiones se escucha entre algunos creyentes y que nos recuerda de continuo aquello de l’état c’est moi, que decía el Rey Sol Luis XIV de Francia. De ahí que el Señor Resucitado se haga presente en la comunidad reunida para adorarle, en el conjunto de sus hijos que se congregan en un momento muy concreto de la semana como su especial tesoro.
Al ser así, y en tercer y último lugar, el culto cristiano adquiere una peculiar dimensión de proclamación: el Señor que había sido crucificado ahora ha resucitado y vive y reina para siempre. De ahí que el Nuevo Testamento, como siglos después señalaría la Reforma, haga hincapié en la hoy por desgracia cada vez más olvidada vinculación entre la Palabra y el Sacramento, un lazo cuya ruptura empobrece lo uno y lo otro, y redunda en una disolución del culto y de la vida cristiana como tales. Los escritos apostólicos que constituyen hoy la segunda parte de la Biblia están impregnados de citas de las antiguas Escrituras veterotestamentarias leídas a la luz de los acontecimientos de la Pascua, por un lado, y por el otro se da testimonio de la constante fracción del pan (tecnicismo de la época para designar la Cena del Señor o Sagrada Comunión) en las reuniones cristianas. Ello apunta a una constante predicación sobre el Señor muerto y resucitado, sobre el propósito redentor eterno de Dios, y a una permanente actualización del mensaje de la tumba vacía como consuelo y esperanza para los creyentes, lo que constituyó precisamente la gran fuerza que impulsó a la Iglesia antigua a testificar acerca de Cristo a lo largo y a lo ancho del mundo entonces conocido. El Cristo muerto y resucitado está siempre con su Iglesia, como evidencian los emblemas del pan y el vino, y como ha de recordar de continuo un púlpito en el que Jesús de Nazaret es el tema central de exposición.
“Algo huele mal”, pero no en Dinamarca, como decía el imaginario príncipe Hamlet, sino en la Iglesia.
Algo huele mal, y así hemos de reconocerlo, cuando en tantas congregaciones evangélicas de nuestros días los mal llamados “períodos de alabanza”, demasiadas veces invadidos por “coritos” insulsos y de estilo cursi que desbancan una música y unos himnos de verdadera calidad y contenido evangélico, u otras modas espiritualistas de parecida índole, han desplazado por completo la predicación o la han reducido a su mínima expresión, casi a un mero trámite con el que se debe cumplir para salir del paso o para no quedar mal. El culto no tiene como finalidad la manifestación pública de nuestros sentimientos desbordados, por muy sinceros que pudieran ser, sino la escucha reverente del sentir de Dios para con nosotros.
Algo huele realmente mal, y no podemos negarlo, cuando la proclamación de la Palabra Viva del Dios Vivo revelado en el Cristo Resucitado se rebaja a un mero anecdotario de recuerdos personales más o menos distorsionados del predicador de turno —quien demasiadas veces carece de una formación mínima, para vergüenza de la Iglesia y del mismo Evangelio—, cuando no a un simple repertorio de chistes chuscos y grotescos mal disimulados con el nombre de “ilustraciones” o “recursos homiléticos”, o cuando se limita a ser una exhortación ¿moral? mal hecha con tonos exclusivamente condenatorios, por no mencionar las veces en que se sustituye por una exposición meramente doctrinal o de una supuesta ¿erudición? bíblica fuera de lugar. El culto no tiene como finalidad que la gente sea “más buena” (?), conozca mejor las doctrinas de su iglesia o sepa más sobre ciertos pasajes determinados de la Biblia, sino que aprenda quién es Cristo y qué ha hecho por todos nosotros.
Y algo huele en verdad a podrido cuando tantas iglesias y congregaciones evangélicas rechazan de plano la participación semanal en la Cena del Señor, instituida por el propio Jesucristo como un recordatorio permanente de su propia muerte expiatoria, y la relegan a una mera celebración puramente ocasional y prescindible (mensual en muchos casos, a veces bimensual o incluso trimestral, cuando no anual) con el argumento absurdo de que se hace así para no imitar o remedar el uso de otras iglesias históricas. El culto no tiene como finalidad ser una expresión de odios mal disimulados, rencores siempre latentes o una guerra permanente contra ciertas denominaciones o sistemas religiosos, por muy errados que estén en su doctrina y/o su praxis, sino proclamar la presencia del Señor Resucitado allí donde él quiere manifestarse, es decir, en su Palabra y en los sagrados emblemas de su cuerpo y su sangre entregados por nosotros.
Nos lo preguntamos muchas veces y con verdadera preocupación: ¿qué futuro tienen iglesias que, aunque se amparan en el nombre de evangélicas, de manera deliberada renuncian a esa herencia espiritual del Evangelio que tiene ya veinte siglos de historia y que ha conformado todo un mundo y un sistema de pensamiento bien cimentado en el mensaje del Nuevo Testamento?
Que Dios tenga misericordia del mundo evangélico actual. Estamos realmente necesitados de ella.
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Autor/a: Juan María Tellería


El pastor Juan María Tellería Larrañaga es en la actualidad profesor y decano del CEIBI (Centro de Investigaciones Bíblicas),Centro Superior de Teología Protestante.

viernes, 24 de mayo de 2013

23.000 personas están sin hogar en España

23.000 personas están sin hogar en España

Ya son casi 23.000 las personas sin techo en España, mil más que en 2005 y una cifra que se ha incrementado en los últimos tres años, afectados sobre todo por la falta de trabajo. Además la mitad dice que ha sido víctima de algún tipo de agresión o delito.

El Instituto Nacional de Estadística ha publicado los datos correspondientes a 2012 sobre las personas sin hogar, donde se recogen diversas características de las personas usuarias de centros asistenciales de alojamiento durante el último año.

A 31 de diciembre de 2012 en España figuraban 22.938 personas sin techo. Este incremento ha inclinado la balanza hacia los españoles, que ya representan el 54,2 por ciento de las personas atendidas en albergues y comedores sociales, frente al 51,8 por ciento que suponían siete años antes.

Por lo que respecta a los extranjeros, el grupo mayoritario es el de los africanos (56,6%), seguido por los europeos (22,3%) y los americanos (15,2%), en línea con los resultados del año 2005. No obstante, los procedentes de África han incrementado su peso relativo desde entonces (eran el 43,6%) en detrimento del volumen de los procedentes de Europa, que llegaron a suponer el 37,5 por ciento del total.

Ha aumentado además la cifra de personas que acumulan ya muchos años sin tener un hogar. Entre los extranjeros, el 58 por ciento ya acumulan más de cinco años sin conseguir cambiar su rumbo.

Respecto al género, ha aumentado el número de mujeres, pasando de las 3.790 que figuraban en 2005 a un total de 4.513 en 2012. Y en cuanto a la edad, la media ha pasado de 37,9 años a 42,7 en estos siete años. No obstante, el grupo más amplio sigue siendo el de 30 a 44 años de edad.

AÑOS MÁS DIFÍCILES
La encuesta muestra que tres de cada diez se han quedado sin techo en el último año. Entre las razones para quedarse sin hogar, la principal fue la pérdida del empleo, que esgrimió el 45 por ciento de los encuestados en 2012. Asimismo, el 26% dijo no haber podido hacer frente al pago del alojamiento y un 12% contó que había sufrido un desahucio.

En 2005, los que no habían podido pagar la vivienda eran el 11,4 por ciento y los desahuciados no llegaban al 8 por ciento del total. Tres de cada diez hablaron de pérdida de empleo.

En total, en España por cada 100.000 habitantes hay 71,3 personas sin hogar. Las mayores tasas se sitúan en las ciudades autónomas de Melilla (638,4) y Ceuta (549,9), seguidas de las comunidades de País Vasco (141,3) y Galicia (133,0). Por contra, Castilla-La Mancha (24,4), Comunidad Valenciana (32,8), Región de Murcia (35,4) y Canarias (48,2),) registran las tasas más bajas.

CARACTERÍSTICAS SOCIALES
El informe del INE proporciona también datos sobre el contexto familiar de estas personas. Así podemos saber que el 16 por ciento están casadas o tienen pareja, casi el 30 por ciento separadas o divorciadas, el 51 por ciento solteras y el 4 por ciento viudas. De los que tienen pareja, sólo la mitad comparten su vida.

La mitad de estas personas tienen hijos.

En cuanto a su vida en familia, se puede saber que cuatro de cada diez 'sin techo' han pasado por una carestía económica en su hogar antes de cumplir los 18 años, y en un porcentaje parecido han enfrentado la pérdida de un miembro de la unidad familiar.

Además, el 36,3% han vivido situaciones de peleas o conflictos graves entre sus padres o de violencia en la familia, y el 23,6% han sufrido la enfermedad grave de alguno de sus padres.

Es además un colectivo que se siente vulnerable ante agresiones o delitos. El 51% de las personas sin hogar han sido víctima de algún delito o agresión, siendo los más frecuentes insultos y amenazas, robos y agresiones.
 
Editado por: Protestante Digital 2013
 

viernes, 17 de mayo de 2013

LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS ENTRE NOSOTROS




¿Qué mueve a los cristianos a interceder por la causa de la niñez?[1]  Se podría decir que es la pasión, el amor y la carga que Dios ha puesto sobre ellos. Es un claro reconocimiento de que se está en una guerra sin tregua contra un sistema humano decadente moral y espiritual, que se levanta en contra de la niñez.  Es, además, el compromiso con la causa de Dios y con su misión a favor de los niños y las niñas. Es la esperanza de que Dios derrame su gracia y poder, las puertas se abran y las respuestas superen las expectativas.
En 1995, se inició un gigantesco movimiento que se levantaría como un eje en el trabajo con la niñez y la adolescencia. Una iniciativa que permitiría la sensibilización y la movilización de cientos de miles y hasta millones de creyentes, que se han hecho presentes año tras año en un espacio donde las fronteras no han tenido murallas; las calles, las plazas, las iglesias y los pueblos de muchas partes del mundo, han sido testigos de la participación de la iglesia unida hablando un mismo idioma: la oración.
Coincidirán conmigo en que cuando la iglesia permanece unánime y en oración, se vivifica, se levanta y muchas cosas suceden. Prueba de ello son los avivamientos históricos que Dios ha traído a su pueblo, en respuesta a un pequeño grupo de personas que perseveraron en oración. Pero me doy cuenta de que como iglesia aún necesitamos tener una clara comprensión del significado y del propósito de la oración y, en especial, de la oración por la niñez y la adolescencia más vulnerable de nuestro planeta.
Pregunto: ¿No será también un verdadero avivamiento cuando un niño o una niña es transformado por el poder de Jesús, por medio del Espíritu Santo, y hay fiesta en los cielos?  ¿No será un verdadero avivamiento cuando vemos que por fin sonríe aquella pequeña abandonada o maltratada, la cual encontró finalmente a alguien que le extendiera su mano y la amara y protegiera?
Cualquier ministerio que se haga llamar cristiano, debe saber que la oración no es solo lo primero y lo último, sino que es el centro de nuestras actividades antes de que iniciemos nuestra faena.
Para hablar de intercesión tenemos que tomar a Jesús como referente, pues no solamente lo vemos permear su ministerio terrenal con la oración personal, sino porque es, en palabras de Segundo Galilea (1928-2010): “A partir de la oración de Cristo, que se fundamenta el sentido de toda oración.  Porque Cristo oró, la oración tiene valor y significado. Pues el valor último de las virtudes cristianas y humanas se funda en los valores que Cristo vivió. Si Cristo no hubiera orado, toda consideración teológica o espiritual sobre la oración sería vana.
Nosotros no deberíamos tomar decisiones importantes en nuestras vidas, si éstas en primer lugar, no han sido permeadas en oración.  Debemos orar con sabiduría a fin de promover una sociedad y un mundo mejores. El propósito de la intercesión es que “podamos vivir una vida tranquila y pacífica, con toda piedad y dignidad” (1 Timoteo 2:2), lo cual nos señala que todos somos partícipes al construir en oración esta paz para los hombres, las mujeres, los niños, las niñas y los adolescentes.


[1] Por medio del Fin de Semana Mundial de Oración por la Niñez Vulnerable, iniciativa que promueve Viva,  desde hace 18 años a nivel mundial, se ha logrado movilizar a más de 1 millón de creyentes en todo el mundo.  Este año se estará orando  1 y 2 de junio.


Autor/a: Alexander Cabezas


Alexander Cabezas Mora, costarricense. Es coordinador de Relaciones Eclesiásticas de Viva de América Latina. Miembro de la secretaria administrativa del Movimiento Cristiano Juntos con la Niñez. Parte del equipo coordinador del núcleo local de la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Coordinador del programa Desarrollo Integral de la Niñez del Seminario Esepa. Bachiller en educación y posgrado en teología. Anciano de la Iglesia Comunidad Amistad Internacional y ha escrito dos libros sobre temas relacionados con la niñez.
FUENTE: LUPA PROTESTANTE.

    martes, 14 de mayo de 2013

    Reconstrucción de la sociedad.

    Piso deslizante. La Iglesia hoy.



    Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo antes (San Marcos 13, 23)
    Todo el mundo sabe bien lo que significa esa señal de tráfico de forma triangular en la que se ve un vehículo escorado peligrosamente hacia la derecha sobre unas rayas cruzadas que intentan remedar una alteración brusca en el trayecto. Desde la escuela primaria se enseña a los niños que se trata del siguiente mensaje: ¡Cuidado! Piso deslizante, es decir, que el suelo puede resultar resbaladizo en ciertas condiciones especiales (lluvia u otras). Más de una vez hemos escuchado a algún que otro conductor quejarse de la falta de señalización de esta coyuntura en algunos tramos donde al parecer sería más que necesario. Y es que pueden estar en juego vidas humanas.
    La cuestión es que el peligro de los pisos deslizantes no sólo se hace patente en las carreteras. En el día de hoy y en el mismo instante en que escribimos estas líneas —e incluso ahora, cuando el amable lector las tiene ante sus ojos— es toda una concepción de la vida y de la sociedad, que aparentemente estaba muy bien cimentada, lo que está escorando debido al engaño masivo orquestado por quienes supuestamente gobiernan las naciones democráticas de Europa y América. Los pueblos de tradición cultural occidental se hallan en estos momentos en un piso deslizante que puede muy bien provocar su caída definitiva.
    ¿Y la Iglesia?, cabría preguntarse. ¿Y el cuerpo de Cristo que menciona el Nuevo Testamento? ¿Qué será entonces del conjunto de los fieles cristianos que lo componen? ¿Qué puede ocurrir con la Iglesia en medio de una sociedad que ha perdido por completo, no sólo el norte, sino todos los puntos cardinales, y que se diría abocada a una muerte anunciada?
    Jesús advierte a los suyos de un gran peligro, de un piso deslizante particularmente arriesgado que puede minar y debilitar al pueblo del Señor, y que describe de forma harto gráfica en San Marcos 13, 22 con las palabras falsos Cristos y falsos profetas, de los que afirma podrán ejecutarseñales y prodigios con la clara intención de engañar, de serles posible, a los propios elegidos. Aviso éste que nunca debiera caer en saco roto, pero mucho menos en circunstancias como las actuales, en las que la desvertebración de la sociedad coadyuva en no pequeña medida a la aparición de esta clase de personas y predispone a mucha gente desesperada o angustiada a escuchar cualquier tipo de mensaje y aceptarlo de forma implícita, sin cuestionamientos de ningún tipo, sin análisis, sin raciocinio.
    Las palabras de Jesús son muy claras. En primer lugar, tilda a esos presuntos mesías y profetas con el calificativo de falsos. Han de serlo por necesidad. Sólo puede haber un Mesías, un Cristo, el que las Escrituras nos presentan con el nombre de Jesús de Nazaret y aseguran que es el Verbo de Dios. La figura de Jesús es irrepetible. Nadie puede hacerse pasar por él, ni mucho menos pretender hacer ostentación de su poder en ningún sentido. La Iglesia, depositaria de sus enseñanzas y su mensaje, no debe caer en la trampa de recibir ni aceptar a ningún otro en lugar de Cristo o que se pretenda enviado o comisionado por él con “mensajes especiales para nuestro tiempo”, “nuevas luces”, “nuevas revelaciones” o similares. Nos resulta particularmente alarmante, por no decir angustioso, el comprobar cómo son cada vez más los supuestos creyentes cristianos (¡a veces hasta congregaciones enteras, con sus pastores al frente!) que se dejan obnubilar por tales embaucadores, de manera que renuncian al Evangelio redentor y dignificador de Cristo, sacrifican su libertad como hijos de Dios y se autoinmolan en un altar espurio para convertirse defacto si no de jure en esclavos. Lo que ocurre es que los falsos cristos y los falsos profetas no suelen escatimar medios para vender sus productos, lo que Jesús menciona en segundo lugar como señales y milagros.
    Resulta innegable la propensión de la mente humana a lo maravilloso. Ahí reside la capacidad creativa innata de nuestra especie, que se hace palpable no sólo en los logros técnicos, sino también en los artísticos. El problema es cuando este a todas luces don de Dios se mezcla con un sentimentalismo desbordado y fácilmente manipulable, de manera que deriva peligrosamente en una “fábrica de milagros” o “señales a la carta”, llaves que abren la puerta de la irracionalidad y que tienen la virtud de suspender la capacidad crítica o la elaboración de juicios lógicos. Cuando se entra en este terreno, de suyo resbaladizo, el pronóstico no es difícil de imaginar: la persona como tal queda anulada. No constatamos tales efectos en las señales auténticas que la Biblia recoge. Los milagros de Jesús o los que fueron realizados por aquellos siervos del Señor de épocas pretéritas no apelaban al sentimentalismo, sino a la comprensión racional de que algo trascendente estaba teniendo lugar en un momento determinado de la Historia de la Salvación. La admonición que el propio Jesús hacía de no contar a nadie lo que ocurría cuando tenía lugar un fenómeno de aquellas características debiera hacer pensar a quienes hoy sólo buscan supuestas manifestaciones prodigiosas o cifran en tales eventos toda su fe.
    Por eso el Jesús de los Evangelios no duda en llamar engaño a toda esta parafernalia milagrera, y señalar que con ello se pretende desviar del camino de Dios incluso a los propios elegidos, incluso al propio pueblo del Señor. ¡Menos mal que no asegura el éxito de tales empeños! Lo que hace es advertir. La Iglesia de Cristo no necesita ser engañada. El creyente auténtico, que confía en su Señor y sabe que vive por su pura y exclusiva Gracia, no precisa de milagros ni de manifestaciones supuestamente sobrenaturales para entender que Dios está con él. El cristiano bien cimentado en la Palabra escrita no ha menester de nuevas revelaciones que le indiquen o le señalen a dónde ha de ir, qué ha de hacer o cómo ha de actuar en circunstancias muy específicas. El Dios que ha creado nuestra mente nos ha dotado de capacidades suficientes para desenvolvernos en la vida sin necesidad de guías permanentes que en toda circunstancia nos señalen nuestro deber. Su Palabra es más que suficiente. Su Palabra está redactada de forma que invita a una comprensión consciente y racional de su voluntad, sin concesiones a la fantasía o a una hipersensibilidad descontrolada que nos haga perder el rumbo.
    La Iglesia no está llamada a transitar por carreteras de piso deslizante. Al contrario, se la invita de continuo a asentar los pies sobre la Roca firme, aquélla contra la cual nada pueden los ríos desbordados, las lluvias ni los embates de los elementos desatados.
    Os lo he dicho todo antes, afirma Jesús.
    No hay excusa posible.
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    Autor/a: Juan María Tellería


    El pastor Juan María Tellería Larrañaga es en la actualidad profesor y decano del CEIBI (Centro de Investigaciones Bíblicas),Centro Superior de Teología Protestante./ FUENTE LUPA PROTESTANTE

    viernes, 10 de mayo de 2013

    El ministerio que Dios nos ha dado


    En los últimos tiempos se ha dado un debate respecto a la existencia del controvertido ministerio apostólico y sobre el orden jerárquico que ostentan quienes pretenden utilizar este título dentro del liderazgo. Incluso, he escuchado que, al parecer, ahora nos encontramos con una nueva figura ministerial llamada: “Padre Espiritual”. Estos creen que pueden estar por encima de los apóstoles. En otras palabras, brindan cobertura y son los “apóstoles de apóstoles”. Sin embargo, no es mi intención unirme a ese debate (aunque ganas me sobran), sino animar a la reflexión basada en lo que encontramos en Dios y en su Palabra.
    Normalmente cuando se analizan estos temas, nos dirigimos a los pasajes de Efesios 4 ó 1 Corintios 12, que nos muestran una lista de dones y ministerios. Podemos afirmar que estos ministerios existen desde la perspectiva divina, pero me parece que estamos olvidando el propósito por el cuál fueron dados y nos hemos apropiado de éstos como si fueran de nuestra posesión.
    Pero si somos buenos estudiantes de la Palabra, nos daremos cuenta de que estos pasajes fueron escritos en un contexto de unidad.  Tanto en el caso de 1 Corintios, como en el de Efesios, se hace una referencia directa a la unidad, la fuente de esos dones es una, y la intención también es única: “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio.
    Mi propuesta es que hagamos una aproximación al texto. En primer lugar, en 1 Corintios 12,1, la Reina Valera dice: No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales. Esta traducción, en mi opinión, está mal planteada, porque en este texto en su versión griega, no aparece la palabra “dones”, sino pneumatikon, cuya traducción más correcta debería ser: “No quiero, hermanos que ignoréis acerca de los asuntos espirituales”.
    Debemos recordar que uno de los motivos por los cuales Pablo escribió a los corintios fue ayudarles a enfrentar sus problemas de divisiones y confusión existentes en la comunidad.  Él desea tratar asuntos espirituales, y no es hasta el verso 4 que hace referencia a los dones, cuando dice: Ahora bien, hay diversidad de dones. En este pasaje sí que se hace dicha referencia cuando se utiliza la palabra: chárismaton, y se habla tanto de la diversidad de ellos como de su fuente.
    Deseo detenerme en este asunto de los charismas de Dios reflejados en este pasaje. Si hacemos un análisis de esta palabra, descubrimos que los dones y los vocablos afines, vienen cualificados en primer lugar por el motivo por el que se dan o por el propósito con el que se dan. Lo característico no es aquí el acto de dar, que es siempre el mismo (dídomai), sino la intención del donante.[1]
    También debemos tener claro que, en el contexto bíblico nos encontramos con varias palabras que se traducen como “don”; una de ellas es döron, que también se traduce como regalo y otra escarisma, también traducida como “don”.
    La palabra que aparece en 1 Corintios no es döron, sino chárismaton (que se traduce como dones de gracia) y que se deriva de chárisma. Cuando hablamos de chárisma, estamos pensando en una palabra que en su etimología surge de charis (gracia), que se refiere a la gracia divina.  Esto nos indica que es algo que proviene directamente de Dios hacia el ser humano y pertenece exclusivamente a la Deidad. Esa charis es de Dios y no le pertenece a ninguna persona.  Para Pablo esta gracia tiene que ver, particularmente, con la acción salvadora de Dios en Jesucristo, y ese chárismacapacidad gratuita personal, tiene como reflejo el servicio espiritual hacia la comunidad, sin olvidar que “don”  involucra la gracia (charis) de parte de Dios como el que realmente la da, tal como afirma el Diccionario Vine del Nuevo Testamento.[2]
    Ciertamente, Pablo afirma que hay diferentes tipos de dones (chárismas), y también indica que la fuente es la misma, a saber, la trinidad divina e incluso podemos observar algunas pequeñas diferencias a este respecto.  Revisando 1 Cor. 12.1-4, vemos que los dones tienen que ver con el Espíritu, los ministerios (diakonion, algo que abordaré más adelante), tienen que ver con el Señor y diferentes actividades que vienen de Dios. Al repetir tres veces el concepto de unidad reflejada en las palabras “es el mismo” se nos indica que no podemos pasar por alto que el autor sigue haciendo énfasis en la fuente y que ésta, per se, también está unida. El mismo Espíritu, el mismo Señor, el mismo Dios, una hermosa imagen de la trinidad otorgando esos dones a las personas.
    Por lo tanto, esto nos indica en primer lugar, que la fuente y el dueño legítimo es Dios, no nosotros como individuos. En segundo lugar, que la intención del autor es que nosotros podamos conocer que, así como la fuente es única, los dones también son para uso del cuerpo de Cristo, es decir su iglesia y para que ese cuerpo, como un todo, pueda crecer a través de su aplicación.
    Estoy seguro de que todos conocemos esto, lo cual me lleva a una pregunta: ¿Por qué la iglesia, como cuerpo de Cristo, pierde su tiempo en discusiones con respecto a quién tiene o no tal don, privilegiando alguno de ellos como si eso implicara tener una mejor posición espiritual? Al parecer, nos estamos olvidando de a quién pertenecen esos dones y para qué sirven, algo que, afortunadamente, nos aclara el autor en el versículo 7: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para el bien de todos”.
    Este es el objetivo de los dones o carismas de Dios, el bien de todos y no expresar lo especial que puede ser una persona o escuchar frases tales como: “como Dios usa a tal persona” o “que especial es esa persona, ¡cómo la usa Dios!”. Lo cual se traduce en pura adulación hacia quien posee el don en cuestión y olvida a su verdadero propietario.
    Es muy probable que estemos haciendo un daño irreparable a ese hermano o hermana que es usado o usada por Dios, y le estemos dando la posibilidad de que el enemigo llene su corazón de orgullo. Debemos recordar que la palabra “dones”, en este contexto, no se refiere a un regalo u obsequio de parte de nadie. ¡No! Esta palabra habla de la gracia de Dios que capacita a las personas para el cumplimiento de una labor específica.
    Ahora, revisemos brevemente el pasaje de Efesios 4, en el cual Pablo afirma: les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido” (NVI).  En otras palabras, debemos vivir según la dignidad del llamamiento recibido. Aún más, creo que podría decirse que la intención del autor apunta a la necesidad de caminar en rectitud, humildad y mansedumbre, como se puede apreciar en la totalidad del texto.
    Es interesante notar que Pablo sigue con el tema de la unidad, alienta a guardar la unidad del Espíritu y sigue poniendo el ejemplo del cuerpo, mostrando otra vez la idea trinitaria… un Espíritu, un Señor, un Dios y Padre.  ¡Qué interesante!  De nuevo se muestra la unidad de la trinidad en funciones diferentes, aunque siempre actuando como uno solo.
    Ahora bien, se nos indica en los versículos 7 y 8 que se nos fue dada la gracia (charis) conforme a la medida del don de Dios, y dio dones a los hombres.  Cuando leemos la palabra “don” o “dones”, en este caso no se está usando la palabra “chárismas”, sino “doreá”, que también se traduce como don o regalo.  Pienso que es un juego de palabras que utiliza el autor para dejar claro que por un lado están los regalos dados por Dios y por otro los carismas, que tienen una fuente y una función específicas, haciendo la misma aplicación que encontramos 1 Corintios 12.
    Si seguimos adelante, en el pasaje en cuestión, podemos leer en el versículo 11 (según R.V.) lo siguiente: “Y él mismo constituyó a unos,  apóstoles;  a otros,  profetas; a otros,  evangelistas;  a otros,  pastores y maestros”.  Pero, en esta traducción parece apreciarse una cierta pérdida de la idea original con la que el autor pretende abordar el tema.  Creo que es mejor la traducción de la versión Dios Habla Hoy, que reza como sigue: “y él mismo concedió a unos ser apóstoles y a otros profetas, a otros anunciar el evangelio y a otros ser pastores y maestros.” Si somos buenos observadores, podemos apreciar que se cambia la palabra “constituyó” por la palabra “concedió” que, a mi parecer, es más apropiada, ya que ésta en su versión griega es “edoken”, un verbo en tiempo aoristo, en modo indicativo, voz activa y tercera persona del singular del verbo “didomi”[3], (que sea un verbo en modo indicativo quiere decir que podría expresarse como un hecho, como una realidad observada o concebida, algo que se dio en el pasado, que el tiempo sea aoristo (nuestro pretérito indefinido en castellano) implica que es una acción puntual que se produce en un momento particular), y que se traduce al español como Él concedió, coincide mejor con la idea que hemos venido expresando. En otras palabras, concluimos, según lo dicho, que es Dios quien da el don, porque le pertenece a Él.
    Más tarde. aparece la lista de los dones concedidos; a unos dio (el don) de apóstoles, a otros (el don) de profetas, a otros (el don) de evangelistas y a otros (el don) de pastores y maestros, lista a la que no deseo referirme porque no es mi intención abordar dicha temática. Aunque sí quisiera detenerme en el resto del pasaje, porque nos proporciona el propósito de la concesión de esos dones.
    En los versículos 12 y 13 podemos leer: “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.  Esto señala el propósito de esos dones: primero, para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio; segundo, para la edificación del cuerpo de Cristo y poder realizar esa labor de llegar a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios y construirnos como esas personas perfectas cuya estatura se iguale a la “plena estatura” de Cristo.
    Ahora nos detendremos en el verso 12, y propongo esta paráfrasis: “con el propósito de que a través de un proceso de ajuste esto resulte en una preparación completa, equipar a los apartados para Dios para la tarea del servicio para animar al cuerpo viviente de Cristo…” Lo que quiere decir que esto nos recuerda que la función de los dones es capacitar, equipar y animar a la iglesia, el cuerpo de Cristo, los santos, para una función específica: ¡Servir!
    Veamos la palabra que hace referencia a ministerio; esta proviene de diakonias. La palabra servicio y sus derivadas, designan una actividad impuesta por otra persona (esclavo) o voluntariamente aceptada, cuyo provecho o utilidad redunda total o de forma especial en beneficio de la persona o cosa a la que se sirve. Servir se opone a dominar y la actitud que le corresponde es la humildad, que se contrapone a la soberbia. El que sirve está en una relación de dependencia y su libertad queda limitada.[4]
    En el griego antiguo el diakonos (diacono) es, en primer lugar, el que sirve a la mesa. Esta labor se considera muy humilde y nunca es realizada por personas libres, sólo los esclavos ejercían esta labor. Eso es lo que lleva implícito la idea de la diakonía: la acción de servir como un esclavo. Por lo tanto. cuando hablamos de nuestro ministerio, ¿De qué estamos hablando? ¿De nuestro servicio? ¿Vemos el ministerio como la posición que Dios nos ha dado y entendemos la lista de Efesios como una jerarquía del servicio, como muchos han pretendido, acariciando la idea de que los apóstoles están por encima de todos los demás y menospreciando como un rango inferior a los pastores y maestros? ¿Es este el sentido real de lo que el autor de Efesios nos enseña?
    Este servicio tiene también un objetivo: que lleguemos a la unidad de la fe. Y pregunto: ¿Están los “ministros” actuales caminando y dirigiendo a la iglesia hacia ese objetivo? Desgraciadamente me parece que no. Pareciera que cada quien esté trabajando en su propio interés, porque es evidente que cada vez se dan más divisiones y diferencias en cuanto a la fe. Y esto lo digo en términos generales, porque no se puede negar que hay siervos y siervas de Dios que sí están tratando de hacer aquello que Él les ha llamado a hacer.
    Tengo un amigo que profesa ser católico, y en una conversación que tuve con él me indicó lo siguiente: “Si ustedes los evangélicos dicen que tienen la verdad, ¿Por qué hay tantas clases de evangélicos? Nosotros, por los menos somos católicos que nos regimos por lo ordenado por el Papa y todos somos iguales”. Y saben, de alguna manera tuve que darle la razón, porque resulta increíble que nosotros, los que decimos que tenemos la revelación de Jesucristo, nos separemos unos de otros por diferentes criterios interpretativos de la Palabra.
    Es interesante notar cómo los ministros o “servidores” actuales están pensando en qué clase de hotel van a estar o cuál será el coche que los recogerá. También resulta interesante el hecho de que algunos “ministros” cobren cuotas para cobertura espiritual, o saber que si a alguno de ellos no se les paga cierta cantidad de dinero, no pueden servir a la comunidad; “ministros” de alabanza que piden camerinos y ser atendidos como estrellas del espectáculo. Estoy convencido de que es justo que el obrero sea digno de su salario y de que los encargados de ministrar debemos vivir con dignidad, pero cuando eso implica dejar de servir porque no se cubren los honorarios suficientes para lucir el coche de último modelo o para pagar la casa de lujo, creo que se está incumpliendo el objetivo de ser un diakonos, un servidor.
    Edificar el cuerpo de Cristo tiene  que ver con otra función del servicio que viene provocado por el ejercicio de los dones que Dios concede. Edificar, básicamente significa, según el diccionario de la Real Academia: Fabricar, hacer un edificio o mandarlo construir. Aunque esta es la palabra con la que se traduce oikodomen, me gustaría aportar una traducción alternativa: “animar o alentar”; me gusta más, porque creo que una de las funciones del servicio es la de animar al cuerpo de Cristo, a su iglesia. Esta es una función primordial en la actualidad. Muchos se cansan y, desgraciadamente, se alejan del Señor. Se necesitan animadores, personas que alienten a los más débiles a seguir adelante en pos de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.
    ¿Y cuándo tendremos que dejar de hacer estas cosas? Como señalé más arriba, y como también dice Pablo en Efesios 4,13: cuando todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a la persona perfecta, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Cuando alcancemos eso, ya podremos afirmar que hemos hecho lo que el Señor estaba pensando cuando nos convirtió en albaceas de su gracia.
    Mi intención con este artículo, amados y amadas, es que ¡pongamos nuestras barbas a remojar! Que nos evaluemos a nosotros mismos y que pensemos en cómo estamos usando los dones que el Espíritu nos ha conferido. Evaluemos lo que estamos alcanzando con el uso de esos dones; valoremos la clase de servicio que estamos dando al Señor y cómo lo estamos haciendo.  El mejor ministerio que podemos tener es el que se nos presenta en 2 Corintios 5.18-19 “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación: Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.”


    [1] Coenen, Beyreuther, Bietrnhard, Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, Vol.I, Edic. Sigueme, 1998
    [2] Vine, W.E., Vine Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo, (Nashville: Editorial Caribe) 2000, c1999.
    [3] Bible Works for Windows, 2001, version.5.0.02
    [4] Coenen, Beyreuther, Bietrnhard, Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, Vol.II, Edic. Sigueme, 1998
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    Autor/a: Oscar Fernández Herrera


    Estudió Maestría en Liderazgo Organizacional, Gerencia de proyectos y Orientación Familiar. Es Bachiller en Teología y ejerce como profesor, terapeuta/consejero y director del Ministerio Internacional Formador de Formadores. FUENTE: LUPA PROTESTANTE.

    viernes, 3 de mayo de 2013

    Cómo tramitar la prestación o subsidio por paro

    Cómo tramitar la prestación o subsidio por paro


     
    La administración da 15 días de plazo para los trámites. Lo primero es lograr la tarjeta de demanda de empleo, y el mismo día se puede pedir la prestación o el subsidio según el caso.
    28 DE ABRIL DE 2013, MADRID
    Por desgracia cada vez más personas se ven abocadas al desempleo. En esta crisis, esa situación llega, con frecuencia, de forma repentina, aunque no siempre imprevista. De la noche a la mañana.

    Llegado el caso, los pasos a dar son muy concretos. Lo primero es solicitar la tarjeta de demandante de empleo, pues sólo en posesión de ésta se pueden solicitar las prestaciones a que hubiere lugar.

    Pese a que las políticas de Empleo han sido transferidas a las comunidades autónomas, el Servicio Público Estatal de Empleo (SEPE), antes INEM, sigue detentando las competencias en relación con las prestaciones. Esto, en principio, no tiene por qué suponer ninguna complicación para el ciudadano, pues ambos departamentos de la administración pública (central y autonómico) están presentes en las oficinas de empleo de una manera más o menos coordinada.

    El primer paso es tramitar y tener la tarjeta de demanda de empleo.

    TARJETA DE DEMANDA DE EMPLEO
    Para solicitar la tarjeta de demanda de empleo -la antigua cartilla-, sin la cual no se puede solicitar el cobro de ninguna ayuda, prestación o subsidio, es necesario acudir a la oficina de empleo con el DNI. Si nunca antes se ha estado inscrito en ella, se debe aportar cualquier documentación que acredite la formación académica o profesional de la persona desempleada. Lo normal es que, cuando uno se queda en paro después de años trabajando y si ha estado alguna vez inscrito como demandante de empleo, la administración ya tenga todos los datos.

    La tarjeta de demanda de empleo se entrega al ciudadano sobre la marcha, después de responder un cuestionario sobre las ocupaciones que estaría dispuesto a desempeñar. Esa tarjeta de demanda de empleo hay que 'sellarla' cada tres meses.

    PRESTACIÓN Y SUBSIDIO: DIFERENCIAS Y CONDICIONES
    La prestación por desempleo se puede solicitar el mismo día que se tramite la tarjeta de demanda de empleoAdemás de esta tarjeta, es necesario presentar el DNI original del solicitante y el certificado de empresa, que es el documento que acredita la situación legal de desempleo. Lo puede llevar el trabajador en mano a la oficina de empleo o la empresa puede enviarlo de manera telemática a la administración. De hecho, las empresas con más de diez trabajadores están obligadas a ello por ley.

    Con la tarjeta de demanda en la mano, llega el momento de solicitar la prestación por desempleo, para lo que es requisito indispensable haber trabajado al menos un año. La cuantía vendrá determinada por lo que el solicitante haya percibido los 180 últimos días cotizados, y la duración por el tiempo de cotización a la Seguridad Social. El perceptor de la prestación cotizará a la Seguridad Social el tiempo que la perciba.

    Hay que distinguir entre la prestación por desempleo y la ayuda o subsidio, destinado a personas que hayan estado trabajando menos de un año. Para personas solteras y sin hijos ni cónyuges, se exige haber trabajado al menos seis meses para poder percibir el subsidio durante seis meses. Durante este tiempo, cobraría una cantidad mensual fija de 426 euros, salvo que el último contrato sea a tiempo parcial. En ese caso, la cantidad de 426 euros se vería reducida en proporción al contrato de que hubiera disfrutado.

    En el caso de que el perceptor tuviera cargas familiares, es decir, hijos o cónyuge que no cobre más de 484 euros brutos al mes, con sólo tres meses de trabajo podría cobrar tres meses de subsidio; con cuatro, cuatro; con cinco, cinco meses y con seis, 21 meses. La cuantía mensual sería también de 426 euros.

    EN UN MES SE COBRA
    Con toda la documentación realizada, se procede al reconocimiento del derecho a percibir la prestación y se calcula la cuantía de ésta y el tiempo de percepción de la misma. Normalmente, este reconocimiento se realiza sobre la marcha el mismo día que se solicita. Si toda la documentación está en regla, la prestación empieza a cobrarse al mes siguiente.

    En la web  www.sepe.es , del Servicio Estatal de Empleo Público, se pueden consultar las tablas relativas a las prestaciones por desempleo.

    Es importante realizar estos trámites cuanto antes. Hay un plazo de 15 días desde que una persona se queda en paro para solicitar la prestación. Pasado ese plazo, la administración descontará el tiempo que transcurra hasta que se solicita la ayuda del tiempo al que se tuviera derecho a percibirla. Es decir, si se tarda dos meses en solicitar la prestación, un desempleado que hubiera cotizado el tiempo necesario para percibir la prestación el máximo previsto de 24 meses, sólo la percibiría durante 22 meses.

    CAPITALIZACIÓN DE LA PRESTACIÓN
    También se puede solicitar en el mismo día el pago único de la prestación, lo que la administración llama capitalización. Es necesario, no obstante, que antes se haya aprobado el cobro de la prestación.

    Hace falta, además de tener reconocido el derecho a percibir la ayuda, explicar qué proyecto se pretende poner en marcha que haga necesario el pago único. Éste sólo se puede solicitar para invertirlo en la puesta en marcha de una actividad económica. La administración no pondrá muchas pegas para conceder la capitalización, pero a posteriori va a exigir que se justifique el gasto mediante la presentación de facturas. De no justificarse, podrá pedir -y de hecho lo está haciendo, porque la ley así lo establece- la devolución de la ayuda.

    No es necesario llevar un proyecto formal, basta con explicarle al funcionario, rellenando un cuestionario que existe para tal fin, en qué consistirá: si se va a dar de alta como autónomo, si va a constituir una sociedad laboral o una cooperativa... La casuística es muy variada.

    El pago único se puede solicitar en cualquier momento, siempre que queden pendientes de cobro al menos tres mensualidades de la prestación. En principio, la administración concederá hasta el 60% como pago único y el resto lo abonará en cuotas de autónomos.

    TRAMITACIÓN A TRAVÉS DE INTERNET
    Las oficinas de empleo atienden mediante el sistema de cita previa, aunque en eso puede haber diferencias de funcionamiento de una comunidad autónoma a otra, o incluso, dentro de la misma comunidad autónoma, de una provincia a otra.

    En sentido estricto, la presencia física es un requisito indispensable sólo para solicitar la tarjeta de demanda de empleo. El resto de los trámites -incluida la solicitud de la prestación, entre otros- se puede realizar a través de internet, para lo que sólo es necesario el certificado digital o una clave personal que facilitan en la oficina de empleo el mismo día en que se acude a solicitar la tarjeta de demanda de empleo.
     
    Fuente: El Mundo

    miércoles, 1 de mayo de 2013

    Consagración del nuevo Obispo diocesano de la Iglesia Lusitana (Comunión Anglicana)



    Prezada(o) irmã(o) Iglesia de la Trinidad-Cádiz (IERE) España,

    Sagração do Bispo D. Jorge Pina Cabral

    A Catedral de S. Paulo, em Lisboa, acolheu no dia 25 de Abril de 2013, festa de S. Marcos, Evangeslista, pelas 15h00, a Cerimónia de Sagração do Bispo Eleito Jorge Pina Cabral e sua instalação na Cátedra Diocesana.
    A Igreja Lusitana assenta no Episcopado Histórico, assim, D. Fernando Soares, Bispo Diocesano da Igreja Lusitana há mais de 31 anos, foi o Bispo Sagrante acompanhado pelos Bispos Co-Sagrantes, D. Michael Jackson, Arcesbispo de Dublin e Diocesano de Glendalough, Primaz da Irlanda, em representação do Senhor Arcebispo de Cantuária, Justin Welby; D. Mauricio Andrade, Primaz e Diocesano de Brasília, da Igreja Episcopal Anglicana do Brasil; D. Martin Wharton, Bispo Diocesano de Newcastle, Igreja de Inglaterra; D. Geofrey Rowel, Bispo Diocesano de Gibraltar na Europa, Igreja Episcopal dos Estados Unidos da América; D. Carlos Lopez Losano, Bispo Diocesano da Igreja Espanhola Reformada Episcopal; D. John McDowell, Bispo Diocesano de Clogher, Igreja da Irlanda; D. David hamid, Bispo Sufragânio de Gibraltar na Europa, Igreja de Inglaterra; D. John Okoro, Bispo Velho-Católico da Áustria; D. Clovis Rodrigues, Bispo Emérito da Igreja Episcopal Anglicana do Brasil, a que se juntou o Clero da Igreja Lusitana e Leitores Leigos.

    Num claro sinal de ecumenismo e companheirismo, estiveram presentes representantes das Igrejas Católica Romana, Metodista, Presbiteriana, Capelanias Inglesas em Portugal, Sociedade Bíblica Portuguesa e Conselho Português de Igrejas Cristãs.
    O povo da Igreja Lusitana deu um grande sinal de mobilização, unidade e alegria para com o seu novo Bispo Diocesano, enchendo a Catedral de salas anexas, contando-se mais de 450 pessoas presentes.
    A Celebração foi intensa e repleta de gestos e sinais que caracterizam a forte vivência litúrgica da Igreja Lusitana. Os cânticos e hinos foram musicalmente animados pelos Coros do Arciprestado Norte da Igreja Lusitana e Públia Hortência.

    Na sua mensagem final D. Jorge Pina Cabral, visivelmente emocionado, apresentou o seu lema episcopal, retirado da Primeira Carta de Pedro, Capítulo 1, versículo 16 “Sede santos porque Eu sou Santo” estabelecendo uma relação com o Santo dos Santos, Jesus Cristo Nosso Senhor, que a todos convida à Santidade.

    D. Jorge Pina Cabral é o quarto Bispo Sagrado da Igreja Lusitana.
    Tem 46 anos, é casado e tem 2 filhos. Foi instituído leitor em 1992, ordenado Diácono em 1995 e Presbítero em 1997, tendo a partir dessa altura sido nomeado Pároco das Paróquias de São João Evangelista e do Bom Pastor, ambas em Vila Nova de Gaia. Foi eleito Arcipreste do Norte, em 1998, nomeado pelo Bispo seu Vigário Geral, em 2007, eleito Bispo pelo 94º Sínodo da Igreja Lusitana em Novembro de 2012, Sagrado Bispo e instalado na Cátedra Diocesana no dia 25 de Abril de 2013.
    A nível académico é licenciado em Educação Física e Desporto pela Faculdade de Ciências e Desporto de Educação Física da Universidade do Porto. Frequentou o Centro Lusitano de Estudos Teológicos tendo concluído em 2001 a licenciatura em Ciências Religiosas na Universidade Católica do Porto. Na condição de Diretor Executivo da Associação das Escolas do Torne e do Prado [AETP] - instituição particular de solidariedade social, está fortemente envolvido no trabalho social em Vila Nova de Gaia tendo realizado uma pós-graduação em Gestão de Organizações sem Fins Lucrativos na Escola de Gestão do Porto.

    A partir de Maio exercerá a sua função Episcopal a tempo inteiro no Centro Diocesano da Igreja Lusitana.

    Oração

    Deus todo-poderoso,
    oramos pelo teu servo D. Jorge Pina Cabral, Bispo desta diocese.
    Ajuda-o dia após dia,
    a fim de que ele seja para nós guia sábio e esclarecido,
    pastor compreensivo e cuidadoso,
    mestre sabedor e fiel.
    Concede-lhe boa saúde, ânimo forte,
    protecção nas suas viagens,
    e a bênção da tua presença no seu lar.
    Por amor de Cristo, nosso Senhor. Ámen

    Departamento de Comunicação da Igreja Lusitana
    Saudações fraternas,
     

    Departamento de Comunicação
    Igreja Lusitana Católica Apostólica Evangélica
    (Comunhão Anglicana)
    Apartado 392
    4430-003 Vila Nova de Gaia
    Portugal
    Telf.: (351) 223754018
    Fax: (351) 223752016
    E-mail: comunicacao@igreja-lusitana.org
    Url: www.igreja-lusitana.org